Aunque en nuestro país gozasen de una repercusión moderada, lo cierto es que Shed Seven fueron pieza importante y bien valorada en el epicentro del Britpop, situados dentro de la segunda línea del movimiento. Justo por detrás de Oasis, Suede, Blur, The Verve o Pulp aparecieron grupos como Echobelly, The Bluetones, Gene o los propios Shed Seven, que firmaron un par discos (casi) imprescindibles para entender en toda su extensión la tendencia de mediados de los 90 en Inglaterra. La formación liderada por el carismático vocalista Rick Witter dejó así dos álbumes importantes como fueron el debut “Change Giver” (Decca, 94) y su honrosa continuación, “A Maximum High” (Polygram, 96), en el que el indie-pop de guitarras (e influencias clásicas) tan típico entonces dentro de las islas marcaba el devenir de unas canciones tremendamente funcionales.
Ahora, dieciséis años después del discreto “Truth Be Told” (Artful, 01) y desafiando la evidente pregunta de si a estas alturas era necesario un regreso de la banda, ésta afronta su retorno sin ningún tipo de complicación adicional. El quinteto recupera las líneas de su sonido a lo largo de una docena de nuevos temas que, al menos en su primera mitad, mantienen el tipo. Lo logran con canciones que aunque inevitablemente alejadas de tendencias al alza, funcionan para los nostálgicos. Sucede sobre todo con el agresivo trío inicial formado por “Room In My House”, “Nothing To Live Down” y el single “It's Not Easy”. A partir de ahí (y a pesar de algún que otro destello relativo como “Better Days” o “Butterfly On A Wheel”) la inercia va apoderándose progresivamente del transcurrir y las propias composiciones, arrastrando tras de sí a un oyente que tendrá complicado mantener la atención hasta el final.
Todo sucede a través de una línea demasiado recta, algo que por otro lado tampoco debería sorprender demasiado en un grupo de estas características que además hace tiempo dejo atrás su mejor momento. “Instant Pleasures” -que por cierto ha cosechado buenas ventas en Inglaterra demostrando que la fama del grupo aguanta más o menos intacta- deja algunas piezas aprovechables para los más fanáticos del Britpop puro y duro. Más allá de eso, el presente retorno queda lejos de imponerse como uno de esos que merezca la pena celebrar efusivamente. Y, de paso, la referencia también queda alejada de los mencionados hitos compositivos del grupo en cuestión. Seguramente y de hecho, demasiado, apuntando por momentos hacia lo anecdótico y predecible.
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