Capricho kitsch, maniobra vintage, tributo reverente. Sea como sea, esto casa con la trayectoria que M. Ward y Zooey Deschanel han mantenido a lo largo de dieciséis años y siete álbumes. Es plenamente consecuente. Lo de reformular, reinventar o somatizar hasta hacer que las plantillas originales queden irreconocibles, es algo que nunca ha ido con ellos. Mejor dejémoselo a Cat Power. O incluso a rendiciones colectivas bastante más afiladas, como aquel inolvidable “Caroline Now: The Songs Of Brian Wilson And The Beach Boys” (Marina Records, 00), con Alex Chilton, The High Llamas, Saint Etienne o Norman Blake, que siempre vale la pena recuperar.
Al menos el repertorio de la pareja combina cumbres previsibles (“Wouldn’t It Be Nice”, “Don’t Worry Baby”, “Don’t Talk (Put Your Head On My Shoulder)”) con otros rescates nada obvios (“Deirdre” o “Melt Away”), en un arco temporal que va de 1962 a 1988, aunque diez de sus catorce cortes provengan de sus dorados años sesenta, tres de principios de los setenta y solo uno de los ochenta, de aquel primer disco en solitario en 1988. Hay dedicación y escaso lucimiento personal, ya que lo que prima es el redondeo de un cancionero inmortal. Armonías vocales tan delicadas como canónicas y melodías que son, no vamos a descubrirlo a estas alturas, pura ambrosía.
El sentido homenaje a un genio que, además, otorga su bendición prestando su voz a “Do It Again”, aquel guiño tardío y retrospectivo –era ya 1968– a la mitológica primera etapa de chicas, playas californianas y tablas de surf. (Muy) bonito es. Sin duda.
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