“We've Been Going About This All Wrong” es el disco sobre lo que pasa después de los títulos de crédito de la película: una joven con un pasado espinoso, que ha superado una relación abusiva, ha encontrado el éxito en la música y ha rehecho su vida, encontrando el amor y teniendo un hijo. Suena la triunfal “Seventeen”, fin. Pero la vida no es una película, sino eso que pasa mientras pensamos en otras cosas, que diría Lennon. En el caso de Sharon Van Etten lo que siguió fue un traslado de su New Jersey natal a California, en el que antes de que pudiera deshacer las maletas le pilló una pandemia global, en un lugar en el que casi no conocía a nadie, con un niño de tres años y una pareja con la que tuvo que suspender su boda por las restricciones del COVID.
Si su música siempre ha tenido una especie de cualidad de diario personal, en este caso se hace más evidente y es que el disco es un viaje en el que Van Etten comienza reviviendo todos los traumas pasados, preguntándose por quién es como madre, como pareja, como compositora, mientras el mundo literalmente se desmorona a su alrededor. Pero a pesar de ser un disco sobre un periodo difícil, Van Etten va saliendo, poco a poco, del pozo y encuentra la luz al final del túnel cuando suena la emocionante “Darkish”, una canción en la que solo se escucha su guitarra acústica, su emocionante voz y el débil piar de unos pájaros que anuncian el amanecer, "aunque suene a locura, no está oscuro, solo lo parece".
Aun así cuando alguien ha pasado un trauma como el que tuvo la cantante en su juventud, es fácil que este reaparezca, lo que le sucedió a ella bajo unas circunstancias excepcionales. Para retratar ese periodo está este disco hecho para escuchar de un tirón, como si fuera un viejo disco de vinilo y no uno más en la época del streaming y las reproducciones. Van Etten ha elegido no sacar ningún sencillo de adelanto del disco (ni “Porta”, ni “Used To It”, ni siquiera la maravillosa “Like I Used To”, junto a Angel Olsen, aparecen en el mismo) para que se oiga del tirón, como si fuera una obra compacta.
El disco suena dramático y épico, combinando piezas acústicas, como las de sus inicios, con otras en las que se imponen los sintetizadores como en su anterior trabajo, “Remind Me Tomorrow”. Hay influencias nuevas como Cocteau Twins con otras ya presentes como su querencia por el Roy Orbison más melodramático. El disco se abre con “Darkness Fades”, en la que se combinan ambas cosas, un inicio calmado y acústico, con una segunda parte que busca la épica, con su preciosa voz alcanzando notas altísimas hacia el final de la misma. Líricamente nos mete en situación, con una pareja aprendiendo a vivir con su primer hijo, "It’s been a while since I held you close. Been a while since we’ve touched".
Luego aparece una de las mejores canciones del disco, “Home To Me”, con una melodía clásica de Van Etten, intensa y melodramática, que va subiendo en intensidad hasta ese final en el que va repitiendo "you come home to me" como un mantra, en una canción que parece dirigida a su hijo, "I need my job, please don’t hold that against me". Después de dos baladas aparece "I'll Try", más movida y cercana al espíritu de “Remind Me Tomorrow”, con un gran estribillo en el que aparece su voz doblada como en sus mejores tiempos. Si hubiera decidido sacar un sencillo del disco, esta es una de las que más potencial tenía, aunque no es de las más representativas del mismo.
“Anything” suena a sus primeras obras, a "Epic" y a "Tramp", con un esqueleto sencillo de guitarra acústica, bajo y batería acompañando a esas melodías escalofriantes tan de la casa, voces dobladas, luego entran las guitarras eléctricas y llega ese final que suena desgarrador con ese "I couldn't Feel Anything" repetido hasta el infinito. La sensación de aislamiento se acrecenta con la potente balada de piano “Burn”, cantada en un tono extraño, más grave de lo habitual, y en la que lo interesante es que no sigue el esquema verso estribillo puente, sino que siempre va subiendo, con un arreglo de cuerdas cortesía de Owen Pallett y un resultado final recuerda a la Angel Olsen de “All Mirrors” (19).
La paranoia llega a su clímax con “Headspace”, la canción en la que más se nota eso que había dicho en una entrevista de que quería sonar como la extraña mezcla de Suicide, Nick Cave y Portishead. El inicio es agresivo e industrial, y termina sonando desesperada con ese machacón "Baby don’t turn your back to me". Pero entonces llega la calma tras la tempestad como “Come Back”, otra de las mejores canciones del disco, con su subyugante voz logrando ecos del mejor Roy Orbison. Y, entonces, la noche se empieza a desvanecer con “Darkish”, lo más parecido que ha grabado nunca a una de esas arrebatadoras canciones acústicas de Radiohead. Solo su voz, una acústica y esos pájaros que hacen indicar que el mundo vuelve a girar. Casi puedes ver la luz de la mañana rompiendo las tinieblas de la noche.
Tras ese respiro llega la liberadora “Mistakes”, lo más movido del disco, cercana a la pista de baile con una Van Etten eufórica por primera vez en todo el disco, "Even when I make a mistake It’s much better than that". El cierre llega con "Far Away", una canción que podría haber cantado la maravillosa Elizabeth Fraser en sus tiempos en Cocteau Twins, Van Etten sigue sin tener nada claro, pero su estado de ánimo ha cambiado, "I’ll be here, not only when you feel long lost".
La terapia acaba y su voz vuelve a sonar balsámica, no es un punto final, sino un punto y aparte. Este capítulo se ha terminado y, como todos los grandes capítulos, nos vuelve a dejar con muchas ganas de escuchar el siguiente.
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