John Frusciante se ha curado, aunque no del todo. Sus tres discos anteriores fueron obras psicóticas en las que convivían piezas misteriosas con desvaríos musicales sin rumbo o dirección fija, pero que destilaban magia y originalidad. Quizás podría darse la mano con Mike Patton, por ser ambos tan dados a plasmar sus miedos e inquietudes, algo que no consigue, por ejemplo, Dave Navarro.
El nuevo disco del guitarrista de Red Hot Chili Peppers es largo (dieciocho cortes, más de una hora), pero no cansa. Será porque ambienta las canciones como le apetece, porque utiliza todo tipo de instrumentación adicional (desde sintetizadores a orquestaciones programadas) y porque el resultado es fabuloso. Aquí no hay trucos.
Frusciante vuelve a demostrar que tiene un aura especial y que es un compositor inquieto. Lo dicho, aquí encontrarán variedad: medios tiempos psicodélicos ("Ricky"), electrónica ("Regret"), pop de guitarras ("Second Walk" y "This Cold"), voces de orfebrería ("Every Person") y vitalidad ("Wednesday´s Song"). Un disco tan excepcional como su creador.
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