Virginia Fernández, al frente de Seda, regresa con este nuevo EP, en el que descubre su lado más íntimo. Despojada de prejuicios y falsas apariencias, la artista se muestra tal y como es, en cuatro temas grabados en los estudios de Martín (Capsula) y Bobbi Relac, quien también se ha encargado de la producción.
Un trabajo que rezuma sensibilidad y verdad a partes iguales, y buena muestra de ello es el tema que abre el EP: “Aire”, en el que la artista se presenta desnuda y en un formato crudo en el que, tal vez, no estábamos demasiado acostumbrados a escucharla. Una crudeza que, a mitad del tema y sobre todo en su parte final, se desgarra para mostrarnos la otra cara, la de la heroína valiente y decidida, retratada con un cambio en el ritmo de la canción, hacia terrenos más descarnados, pero igual de sinceros respecto a lo que nos está contando.
“Arimaren dantza” nos lleva a terrenos sonoros más reconocibles o familiares de la artista eibartarra, con sonidos más oscuros, y en la que Virginia canta por primera vez (si no me equivoco) en euskera. Una composición en la que mandan la distorsión y los sintetizadores, todo integrado de una manera muy orgánica dentro del discurso que intenta transmitirnos. Ritmos fronterizos en “Sangre y hierro” para mostrarnos otra arista más, dentro de este mundo que Virginia quiere plasmar en este trabajo tan especial para ella. Y la verdad es que este traje de “cowgirl” moderna también le sienta fenomenal a la música de Seda, ya que ha sabido llevar a buen puerto una composición, en el que los ritmos americanos más puros se entremezclan de una manera natural con sonidos contemporáneos, que aportan ese punto de vista particular, y llegando a un lugar en el que la artista parece sentirse igual de cómoda, demostrando, de esta forma, su capacidad para adaptarse a los diferentes espacios sonoros que se le plantean.
Para finalizar, en “Somos islas”, Virginia se rinde al rock más calmado, bordeando la línea del pop, o de eso que se entiende por “comercial”, en una de las composiciones más sencillas, o digeribles del EP para el gran público… al menos en lo musical, porque la letra esconde una carga y una profundidad bestial, en la que Seda (o Virginia Fernández) ofrecen una visión muy poco halagüeña de lo que somos hoy en día: islas desiertas en las que cada cual vive su propio mundo, olvidándose de los mundos reales que están más allá de nuestras narices.
Seda están de vuelta y para nada son la misma banda que descargaba rabia y mala hostia en el estudio y en los escenarios, algo que, por otra parte, no tengo dudas de que seguiremos disfrutando en vivo. Pero en esta ocasión, por lo menos lo que vemos en este “Un corzo en la carretera”, es la parte más reflexiva y, utilizando el manido tópico, más madura, de una artista cuya inquietud y necesidad de evolucionar parece no tener límites.
Un trabajo sincero, valiente, y que, sin duda, bien merece una escucha atenta.
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