Café para cafeteros. Así se podría valorar de forma resumida el nuevo álbum del hispano-estadounidense SD Kong, que se lanzó la misma madrugada que una superluna alumbraba los cielos. ‘Moon Tapes (Las 2 Caras De La Luna)’ supone la ópera prima del artista por su envergadura conceptual y gráfica a cargo de Rubens Ziontifik, por su duración - es su LP más largo- y por su nómina de colaboradores -nunca otro disco suyo tuvo tantas-. Veintidós canciones y una hora con trece minutos conforman uno de los álbumes más exquisitos del curso en la escena del rap nacional.
En esta era que es un criadero de TDAH provocado por la multitud de estímulos por segundo que impiden fijar la atención durante muchos minutos en un solo punto, crear un álbum doble es todo un reto, o mejor dicho, más que verse como un reto es un signo de personalidad: como si dijera “lo que quiero expresar va primero, las técnicas marketinianas lo último”. Los dos discos en los que se divide este proyecto juegan con lo sempiterno de nuestro satélite: el primero simboliza la cara oculta de la luna y el segundo la que sí vemos.
Comienza el álbum con ‘Viaje a la luna’ que combina una especie de new age de piano junto al sonido de un cohete ascendiendo a los cielos, dando la sensación de estar entrando al espacio exterior en slowmotion. En términos generales esta primera mitad muestra a un Kong en una actitud vanidosa, seguro de sí mismo y desafiante explorando la inmensidad lunar haciendo gala de su inglés nativo (“I shoot em like its duke nukem / buceo donde cubre /te veo a dos velas, stanley kubrick / matando bichos grandes socio starship trouble/ ¿Quién te nutre? venden veneno en el súper / corto el traje de la nasa con un cúter / luego sangra azufre”) entre producciones fragmentadas, oscuras y tensionadas como ‘Barhaus’ o ‘Apollo 33’ con ese beat chillón del gran Conductor Williams (Drake, Jid, Conway The Machine, Boldy James...es emocionante escuchar ese tag en un tema español). Vívidas postales espaciales que entrega siempre con su registro calmado. Aunque la tierra se esté cayendo a pedazos, él siempre parece estar tranquilo (“me voy a hacer una casita / con una piscina infinita / y cuando venga visita / limonada fresquita”). Se sucede también alguna narrativa depresora en ‘Memento Mori’, y con la instrumental de tintes orientales de ‘Nakatomi Plaza’ aparecen otros dos grandes invitados de renombre: los de Massachusetts Estee Nack y su pupilo moderno al.divino disparando metralletas vocales. Tampoco podía faltar el emperador espacial, Erik Urano en ‘Agujeros de Gusano’, una canción donde se van intercalando explicaciones en inglés de lo que son estas estructuras con comidas nutritivas, cadenas de Jesús y la estación de Chamartín.
La segunda mitad del álbum, la que representaría la cara visible de la luna, está dominada por samples radiantes y translúcidos (como la abstracta ‘Crescent’ con Engy The Goddes, la animada ‘Kong Kar-Wai’ o el tintineo de ‘La Noche Estrellada’ con el rapero neoyorquino YL) donde también toma protagonismo el jazz y lo pianístico. En este punto se muestra a un Kong más íntimo y confesional (le doy las gracias a la vida / me vieja ha luchado contra el cáncer / y le ha ganado la partida), donde reconoce con melancolía el imparable paso del tiempo (“ahora estoy leyendo en el retiro / antes cerrábamos antros / hermano, lo que hemos sido”) y los estragos de los malos momentos (“si la depresión es una empresa / soy el CEO”) bajo el cálido saxofón de Escandaloso Xpósito. Se cierra el disco con ‘Años Luz (Moonchild)’, de aires triunfales y gospel con esas voces de coro al fondo pitcheadas, en un track con sentencias banales de forma, pero humillantes de fondo como “tu raper favorito está enganchado al Monster”, y donde recuerda algún que otro lío amoroso para que luego la instrumental mute de manera calmada en lo que podría un prado donde se escuchan los pajaritos. De vuelta a la Tierra.
Por la dimensión conceptual y su elenco estelar de colaboraciones ‘Moon Tapes (L2CDLL)’ se erige como la obra magna, hasta el momento, de un SD Kong que juega con las dos caras de la luna. Un artefacto surgido de un laboratorio cósmico con texturas asimétricas, disonantes, fragmentadas y oscuras en la primera mitad del álbum; y de luminosas jazzísticas e intimistas en la segunda. Todo ello maridado con su serenidad vocal,temáticas gourmet y altivas estampas paisajísticas, además de su savoir faire y una amplitud de miras que deja de enfocarse en el ombligo nacional para dirigir la vida a las propuestas de fuera -y aquellas ignoradas en España- que llevan tiempo haciéndole un RCP sónico al rap. SD Kong es un esteta, un entusiasta de lo bello y del arte por el arte, que ya atesora una discografía igual de prolífica que cuidada. Invertir una hora y pico escuchando un álbum puede ser, a día de hoy, una tarea difícil. Pero muchas veces tiene premio, como este.
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