Se lo confesaré al oído. Cuando me descubro vibrando al son de las canciones de Scissor Sisters dudo de mi hombría. La cuestión es que se supone que, a las edades que tenemos, únicamente deberíamos disfrutar con discos trascendentes, transgresores y similares, por eso sorprende que resulte tan sencillo sumergirse en las pantanosas aguas (y entenderán lo de pantanosas cuando hablemos de referentes) de estos neoyorquinos, maestros del desparpajo y la ambigüedad musical.
Mientras Fischerspooner recuperaron el sonido electrónico de los ochenta, Interpol le sacan partido al legado británico oscuro, The Strokes beben de fuentes de indudable valía, Scissor Sisters se abren la camisa hasta mostrarnos el vello público, le dicen a los Electrix Six que dejen de hacer el rockero, ponen a mil las bolas de espejitos, se reflejan hasta el infinito en las paredes de Studio 54, llaman a Giorgio Moroder para que les dé algunos consejos, y nosotros tan contentos sin caer en la cuenta de lo ridículos que estamos en los tiempos que corren contorneándonos como en "Saturday Night Fever". Puro descaro y apología de la frivolidad.
En sus manos el "Comfortably Numb" de Pink Floyd suena a un rompepistas de los Bee Gees, en su universo Elton John, la Electric Light Orchestra, los Sparks de "Nº1 In Heaven" y la Tina Turner de los ochenta comparten estudio y hasta nos gusta el resultado.
No se queden con que "Laura" les recuerde a los primeros Moloko y manténganse atentos por lo menos hasta "Tits On The Radio" (¿qué ocurriría si sonase después de "Funky Town" de Lipps Inc. en una disco de Benidorm?) y "Filthy/Gorgeous", dos hits descomunales que, junto a su atentado contra Pink Floyd, nos elevan a unos cielos en los que nos lo pasamos en grande, aunque los querubines calcen bigotazos a la Village People y Donna Summer intenta redimirnos a base de disco fever.
Del resto de minutaje, no se preocupen demasiado, porque bien lo pasarán. Dios mío, dónde tengo que verme.
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