Santalegria

Después de años queriendo huir de esas etiquetas que siempre te encasillan de forma un tanto injusta, el tercer disco de La Troba Kung-Fú es justo lo contrario: una reafirmación alta y clara de un estilo que bebe de la tradición, pero tiene en la voz y acordeón de Joan Garriga su vehículo privado a la hora de expresarse. El primer tema se titula “Rumbia”, dejando claro desde el principio que la combinación entre rumba y cumbia es una de las piedras filosofales del grupo, pero hay más, mucho más que no se muestra de forma tan aparente. Por ejemplo hay una exaltación vital que te anima no solo a bailar y a pasarlo bien, también a ser rebelde (“Be Rebel”) y no quedarte siempre con las primeras lecturas, ni dejarte llevar por ningún “ismo”. Hay cachondeo, fiesta y desenfreno (“La moreneta”, “Mi vecina”, “La Prima de riesgo”, “Xocolata bona”), pero también hay lugar para la poesía (“La pregària”). Aunque por encima de todo hay una intención de quitarse lastre, de hacer las cosas más fáciles o de forma más intuitiva y rápida, sin las ataduras que provoca querer un sonido perfecto y unos arreglos estratosféricos que generan cierto artificio. Aquí es importante que se vea el andamiaje, porque no se ha retirado a propósito. Así se evidencia en mayor medida que ha habido curro, sí, pero ha salido de forma más natural y espontánea que antaño. Estamos ante su disco más popular en el mejor sentido del término, es decir, el que emana del pueblo, de las raíces, pero a la vez también estamos ante su disco más genuino y modesto, aquí no hay espacio para esa “Sra. Vanitat” que amarga todas las fiestas. Como siempre la verdadera grandeza empieza por apreciar esas pequeñas cosas que nos hacen rematadamente felices sin que tengamos plena conciencia de ello, y la música de La Troba Kung-Fú siempre ha tenido la virtud de hacerme feliz.