Ave Muñón

A la hora de hablar de los barceloneses Sandré hay dos caminos distintos. Uno de ellos sería intelectualizar al máximo quiénes son y qué pretenden. Son dos chicas y dos chicos en sus treinta y algo que pretenden adaptar el punk rock que lleva años gustándoles a los tiempos modernos, bebiendo de nombres diversos (desde The Fall a The B-52’s, aunque las referencias son suyas, no mías) y combinándolo con una actitud en escena tan rock como punk (de ahí que el símil con Amyl And The Sniffers sea también muy válido). Pero debo reconocerles que, para describir lo expuesto en "Ave Muñón" y lo que ya conocíamos de su EP debut –cuyas piezas recuperan ahora–, me gusta más tomar un segundo camino. Quizás sea más abstracto para quienes no entiendan de lo que estamos hablando, pero mucho más eficaz para acercarles por la vía directa a quienes ya saben de qué va todo esto.

Sandré cantan en catalán y en castellano, tocan muy rápido y gritan mucho como si fueran una panda de locas corriendo montaña abajo sin control. Sueltan esputos a diestra y siniestra, se cagan en todo bicho viviente sin mantener para nada las formas, odian e insultan a quien les apetece, vomitan culebras y birra regurgitada y caliente como meados recién excretados y todo ello sin abandonar su sentido del humor irreverente y un espíritu crítico de lo más lacerante. Adoran repetir esquemas en sus estrofas hasta hacernos entrar en un trance con muy poco de kármico y mucho de anfetamínico, hablándonos por el camino de toda la mierda que nos rodea ("Bullying") o de toda la modernidad mal entendida de una ciudad en horas bajas como Barcelona ("Potu"). Resumiendo, Sandré son una panda de hijos de p**a en el buen sentido, uno de esos grupos cuyo valor más allá de lo musical está en lo increíblemente terapéutico que es escucharles. Cagarse en la hostia con ellos le arregla a uno el día. Porque hoy "Ave Muñón" les ahorrará mucho en psicólogos. Y mañana ya se verá. Pongan a Sandré en sus vidas de mierda y suelten lastre, que ya toca.