Solo quiénes bajan a la Comunidad Valenciana en coche son capaces de apreciar el cambio que se produce en el ambiente cuando se cruza su frontera. El aroma de los naranjos, la brisa mediterránea y esas largas carreteras amarillentas de asfalto dominado por camiones mercantiles contagian el aire de un olor especial, único. La conocida terreta rebosa identidad a raudales y Sandra Monfort, pedreguera de nacimiento, lo sabe. Es por eso que se prometió reunir cada uno de los símbolos que la han visto crecer en un disco reivindicativo de discurso multitemático donde tradición y vanguardia se dieran la mano para bailar juntas al ritmo de boleros, pasodobles y baladas de la contemporaneidad más actual. Obteniendo “La Mona” como resultado, está claro que lo ha conseguido.
Detrás de las diez canciones que conforman el tracklist se esconde una amplia riqueza cultural de esteticismo folk dibujando paisajes sinfónicos muy nítidos que hacen referencia al imaginario valenciano tradicional. Monfort va un paso más allá inconforme por quedarse ahí y dispone su propio manifiesto musical devolviendo la voz a aquellas mujeres apoderadas de sí mismas que se vieron relegadas a la figura del hombre, un hombre del que, por cierto, ya están hartas. Cansadas de estar en un segundo plano se cargan con toda la fuerza posible para dar a luz a un movimiento feminista que el disco recoge entre pentagramas a papel y archivos de Ableton. “Pasodoble Maria” encarna la apertura del proyecto como el himno de grandeza que merece su tierra; una composición repleta de sorpresas entre las que encontramos vocales subordinadas al efecto digital del autotune o una majestuosa procesión final reforzando el sentimiento patriótico acompasado por trompetas heráldicas y cornetas dobleras. Entre reminiscencias a “El Madrileño” (21) de C. Tangana, Monfort pasa a rodearse de melodías nostálgicas que utiliza para escribir poemas cantados por una voz mágica de la que se desprenden agudos celestiales. “Pecat Mortal”, “Asusena” y “Nostalgic Bitch” consolidan la diversidad de géneros que caracteriza el álbum. Especialmente “Asusena”, bolero íntimamente conmovedor que confronta “Nostalgic Bitch” y su sonoridad arriesgada desplegando bajos contundentes de la mano de bombos que marcan el ritmo constante de lo electrónico.
A continuación, los ecos orales dan la bienvenida al desgarro emocional presente en “Papallones de Cristall” o “Brillo de Luna”, dos piezas tremendamente sensoriales, melancólicas y crudas. “Las flores”, por su parte, recuerda a las melodías latinas que Kali Uchis presentó en “Sin miedo (del amor y otros demonios)” (20), alzando a la Sandra más romántica y sincera. Igual el tema que rompe más con la estética principal es “Eugènia”, pero, no por nada malo, es que esta Eugènia tiene mucho carácter; va a la suya. Sin embargo, con “Nana para Enzo” la autora maravilla al oyente acompañada por una banda de violines y pianos dignos de la BSO de una superproducción de Hollywood. En pocas palabras, se trata de una balada evocadora que nos invita a dejarnos llevar por la ensoñación antes de sucumbir al cant valencià que ofrece “Moreneta”. Y es que no hay mejor manera de cerrar un disco que homenajea a tu cultura y su gente con la virtuosidad de un coro que le canta al aire: “Moreneta del meu cor, ara alces el vol. Mira-la què guapa ella, més dolça que una flor.” Las voces sostenidas junto al “ole” final le ponen el broche de oro.
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