Aunque sepamos que las cosas de palacio van despacio, algunos temíamos con descreída inquietud que los seis años de silencio en los que Sampha no había publicado nada pudieran haber significado que sus mejores ideas ya habían quedado previamente plasmadas en “Process”, su celebrado e impecable debut de 2017. Qué osadía la nuestra al no confiar en que este tiempo prudencial no había supuesto otra cosa más que el caldo de cultivo idóneo para un proyecto más sólido que el anterior y tan capaz de convencernos como ya hiciera un lustro atrás.
Sin perder la intensidad, Sampha dosifica sus dones como quiere y gusta, ostentando las dotes manieristas de un artesano y el fantástico ingenio de un relator, sabiéndose consciente de que la prisa nunca será su compañera de viaje. Nos lo demuestra a cada beat y a cada estrofa, a través de ese sincero cariño con el que están tratadas y producidas las piezas de “Lahai” (Young, 23), el segundo disco que anota en su particular discografía y una sentida diatriba que reflexiona sobre el paso del tiempo, inspirada en las obras de Kodwo Eshun y Richard Bach, y en los estudios del psiquiatra británico Brian Cox.
Mientras que “Process” funcionaba como foto fija de un momento muy concreto y personal en la vida de Sampha (sirviendo sus pistas como balón de oxígeno durante el duelo que supuso afrontar la pérdida de su madre), “Lahai” no deja de sentirse familiar y privado (de hecho, el propio título remite al nombre de su abuelo y entronca con ciertas reflexiones sobre su sobrevenida paternidad), pero su concepción nos lleva a un plano más dinámico y compartido, donde ya no hablamos tanto de un trabajo concebido por y para su ejecutor, sino en un proyecto realizado a varias manos donde impera el sentido comunal y colectivo. Así lo refleja ese diverso número de mentes que han querido sumar su parte al todo, con una brillante producción firmada por Pablo Díaz-Reixa, aka El Guincho, así como otros involucrados de postín (desde Yaeji hasta Yussef Dayes, pasando por Owen Pallett, Sheila Maurice Gray (Kokoroko), Ibeyi, Morgan Simpson (Black Midi), Laura Groves, y un largo etcétera).
Con un pertinente chistido escuchado durante los primeros compases de “Stereo Colour Cloud (Shaman’s Dream)”, Sampha despierta de su extenso letargo en aras de volver a poner su música al servicio de sus más íntimas cuestiones humanísticas, ubicadas entre lo terrenal y lo onírico y destinadas a incidir a fondo en esa apreciación del devenir temporal que solo la edad otorga (“I wish you, could, time / Time, missile, back, forward, I miss you, time, misuse / Time flies, life issues”). Un breve interludio de apenas 20 segundos, de hecho, se encargará de acentuar esta particular obsesión unas pistas después (“Le temps n'existe pas, une machine à remonter le temps”, escuchamos en “Time Piece”), pero hasta entonces presenciaremos al londinense en estado de gracia, entregándonos las que tal vez sean las mejores piezas de su registro individual hasta el momento: una selección de soul, rap, jazz, dance y jungle de ensueño que emociona a la par que engancha (“Spirit 2.0”), enternece sin perder el ritmo (“Dancing Circles”), pone a prueba sus mejores recursos (“Suspended”), nos saca exitosamente de la carretera más previsible (“Jonathan L. Seagull”), o directamente nos eriza el vello desde el primer verso (“Only”).
Sin necesidad de volverse farragoso en su discurso ni rancio en las formas, “Lahai” transmite maduración en todos sus espacios, renovando nuestros votos por la que fuera una de las caras más destacadas del indie electrónico de principios de la década pasada y uno de los comodines recurrentes en la producción y la composición de temas para artistas mayúsculos. Sampha puede tomarse el tiempo que quiera entre disco y disco, pues su talento y calidad son ya una garantía incuestionable de que cualquier espera estará siempre a la altura.
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