Un nuevo amanecer despierta o nunca duerme en Andalucía, como si Lole y Manuel se fueran de rave con LCD SoundSystem y Suicide, y al final se sumarán a la fiesta The Fall y The Gun Club a la orilla del Guadalquivir con el sol sevillano desperezándose y todo plagado de naranjos en flor: Salvar Doñana es el proyecto de un dúo que desprende luz y química propia, con la voz radiante y jonda de Roxana Pappalardo (ex-vocalista y corista de Califato ¾) y Curro Morales (S Curro, Distorsión Morales o Skeletor Selektor), enfant terrible y dinamizador de la escena underground sevillana durante las dos últimas décadas, frontman de Narco desde hace años y ex líder y vocalista principal de Califato ¾. Un debut homónimo con ocho luminosas y adictivas pistas que nos dejan con ganas de mucho más, originando un tornado de vertiginoso synth-punk espacial con un extra de pellizco flamenco, fulgurante pop melódico, new wave sevillana y electrónica de mil colores.
Del inicio inquietante y nervioso en la “Intro” instrumental, acelerando poco a poco el pulso y rompiendo a sudar a base de post punk y sonidos industriales, como si una locomotora cruzara un largo túnel al futuro y, entre tanta oscuridad, parpadeantes ráfagas luminosas entrarán a toda velocidad por pequeñas oberturas a su paso, hasta el acelerón y estallido multicolor sonoro final; apagándose y fundiendo con la onírica y resplandeciente atmósfera de “Ardoria”, con Roxana flotando en la bruma electrónica y abriéndose paso con personalidad, acento y flamencura por los cuatro costaos: “Y al final y antes de morir, / yo vi mi vida pasá, / y sin mirá yo la viii / delante, mi vía enteraaa…”, fusionándose en un cielo abierto con los ritmos rotos que lanza Curro, para tocar tierra y seguir danzando de nuevo en una nebulosa pop de recuerdos de una noche en la que todo despertó y cambió, big-bang de sentimientos que dan paso al mágico resurgir y, “cuando me di cuenta éramos dos, / éramos dos, / de pronto éramos dos. / Recuerdo aquella noche, fue cuando todo cambió”. Ya no hay vuelta atrás, estamos cegados y llevamos el dulce veneno de Salvar Doñana en la sangre. En “Amanecer” encontramos el grito de guerra y nombre del proyecto, “¡Salvar Doñana!”, y ¿qué es Doñana? Es el humedal más importante de Europa, situado en las provincias andaluzas de Huelva, Sevilla y Cádiz. Cientos de miles de aves dependen de sus marismas para criar, pasar el invierno o para descansar durante su migración a África. Lugar protegido y último refugio de una infinidad de especies, algunas en peligro de extinción, como el Lince y el Águila Imperial… Pero, como denuncia WWF, “Doñana se muere de sed por el cambio climático agravado por el asedio de la agricultura intensiva y de los invernaderos para la producción de fresas y otros frutos rojos que han ocupado sin control miles de hectáreas, aislando su biodiversidad, secado sus arroyos y contaminado y sobreexplotado sus acuíferos ante la pasividad de las administraciones responsables”. Grito de lucha que resuena en ese amanecer cargado de contradicciones vitales en la gran ciudad (“me quedo, me voy, / me quedo, me voy, ¡me voy!”), con una dorada capa de nostalgia que rezuma alegría, un Sol que calienta y funde los corazones contentos que laten a lo largo de todas las pistas. “Y cuando por fin / empezaba a estar bien, / me vino una pena, / y soñé otra vez / con un amanecer / en la sierra morena”.
Velocidad de crucero y la canción más punk y lisérgicamente efervescente del lote nos atropella y centrifuga por dentro, “Estupefasiempres”, con un marcado ritmo y a dos voces, más esos omnipresentes y centelleantes teclados; para luego seguir golpeándonos el pecho con el bajo en la sentida “UTOPÍA (Canción para Lore)”, sumergiéndonos en una oscuridad resplandeciente con aroma Siouxsie And The Banshees, encrucijada, ya marca de la casa, donde el indie pop más melódico y hechizante se funde con una suerte de post punk sintetizado que no nos deja tocar el suelo. Con otra letra ganadora que parece reflejar esos laberínticos caminos de los que es tan complicado salir: “Un diablo en cada hombro, / a cuál vas a elegir, / al que dice que no pares / o al que te anima a seguir. / Yo no creo en el destino gris, / pero en el camino sí. / Si lo sigues estás perdío, / si lo pierdes llegas aquí”.
“Pesadilla en Tetuán” y “Magic Island” son dos balas de sanadora melancolía hermanadas, a fuego lento y a quemarropa. La primera sabe a rock esquivo, a punk trotón que suena por momentos a Los Punsetes más melódicos, con quejío identitario a los coros, en una historia donde los recuerdos siguen doliendo, “salen caros / y no puedo permitirme ni uno más”. Cuando volvemos a ver a esa persona con la que compartimos tantas cosas y “nos hicimos / la promesa / de la que hoy no recordamos nada ya”. Y sí, “ya nada es como antes”, mantra que sobrevuela la decadencia de esa “Isla Mágica” descoloría y de todo lo que fue y dejó de ser. “He estado en nuestro parque y sólo hay cristales”. Y así es la vida, esto no es “Coser y cantar” y en ese juego seguimos girando, dejando atrás añoranzas y escapando de desilusiones y quebrantos; cogiendo carrerilla y, tras este último chute de energía y buenas vibraciones, volvemos a dejar caer la aguja sobre “Salvar Doñana” para volar y seguir bailando, entre buena gente, linces, flamencos y águilas imperiales, aferrándonos al sol y a la luna por igual.
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