En el último año, un remix de deep house de “Yamore”, una canción de Salif Keita publicada en su disco “Moffou” (02), se ha convertido en un fenómeno viral. El estribillo, acelerado y bailable, ha resonado en cientos de vídeos grabados en beach clubs de Los Ángeles, Ibiza o Santorini. Curiosamente, no es la primera vez que el artista maliense tiene eco en la pista de baile: “Madan”, del mismo álbum, fue remezclada por Martin Solveig en los 2000 y se convirtió en un clásico del house. Mismo hechizo, mismo éxito viral, con más de veinte años de diferencia.
Más allá de los likes al peso, las tumbonas de ratán y las fotos en la golden hour, la frase que acompaña muchos de estos clips, “la canción que hace sonar la vida”, no resulta tan superficial. Hay algo instintivo, casi ancestral, que conecta con el espíritu de Keita. Su música bebe del blues maliense, raíz directa del blues estadounidense. Basta con escuchar a Amadou & Mariam, Boubacar Traoré o Ali Farka Touré para captar la profundidad de esos rasgueos hipnóticos. Y, sobre todo, ese timbre vocal único de Keita que le valió el apodo de “la voz de oro de África”, consagrándolo como uno de los grandes embajadores musicales del continente.
A sus setenta y cinco años, Salif Keita regresa con un nuevo álbum, “So Kono”, que llega siete años después de su último trabajo, a pesar de haber anunciado su retiro. El disco tiene su origen en un hotel de Kioto, tras una actuación en un festival. Fue allí, inspirado por la intimidad del lugar, donde decidió revisitar algunos de los temas más emblemáticos de su carrera, como “Tassi”, “Tu vas me manquer” o “Laban”.
“So Kono” (que en mandinga significa “en la habitación”) es un disco minimalista, grabado sin sus habituales músicos de acompañamiento. Solo el ngoni de Badié Tounkara y la percusión de Mamadou Koné arropan una voz más áspera, más envejecida, pero igual de magnética. Esa presencia vocal protagoniza un álbum que, como la canción “Hurt” en la versión de Johnny Cash, encuentra en la vulnerabilidad una nueva fortaleza. Canciones como “Chérie” o “Proud” conmueven por su desnudez emocional, por ese tono crepuscular que no renuncia a la electricidad, pese a estar en acústico. Ya sea sobre un beat de house en un beach club o en la intimidad de una habitación, su música sigue haciéndonos sentir y abrazar la vida.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.