Embarcado en una producción abundante y generosa en resultados, últimamente cada paso de Sakamoto es una invitación al goce ambient, lo cual no sucede en esta ocasión, donde quizá por la propia dimensión del corto, de Luca Guadagnino, que arropa musicalmente, no está a la altura de sus recientes hitos, caso de la obnubilante soundtrack que facturó el año pasado para “Proxima”.
Experimentos atonales como “Woman In Yellow II” no se sostienen sin el soporte visual lynchiano al que referencian. Mucho más interesante resulta sus soluciones en éter ambient como “Casa”, donde suena como si hubiera apresado a Erik Satie en una escena infinita a cámara lenta. Un borrador como este último daría un para minutaje más largo, desencorsetado de sus propias limitaciones como complemento sonoro.
A lo largo del disco, van sucediéndose diferentes variaciones de la melodía central, armada en torno a una armonía afinada en suspense, la cual va mutando de la titular del disco, al clasicismo brumoso de “Night Garden”, pasando por “Woman In Yellow III”: experimento abrigado en torno una de las motivaciones de Sakamoto a la hora de embarcarse en este proyecto: jugar con el sonido de las telas de Valentino, que forman parte del vestuario utilizado en el corto.
A pesar de no enganchar como en anteriores ocasiones, la travesía alcanza el clímax por medio de un tramo final brillante, donde la melancólica neblina sci-fi de polvo industrial en “Roma” se adentra en la materia oscura ambient de Burial. Por su parte, “Dance” conjuga brisas de cuerdas otoñales, con reminiscencias a películas de Takehi Kitano como “Hana-Bi”, y engranajes rítmicos electrónicos de intensa pulsión nipona, la cual queda reducida al máximo en la versión ambient del mismo corte, con el cual remata esta nueva muestra de un genio que, para la ocasión, nos ha dejado un poco huérfanos de su habitual encuentro con las musas.
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