Cuando a Ryan Adams le da por hacer pública su incontinencia creativa acabamos siempre con la misma conclusión: si seleccionara y se quedara con lo mejor de los lanzamientos que publica a la vez en uno solo lograría obras memorables. Pero no lo hace. Sigue empeñado en vomitar todo lo que le viene a la cabeza, cosa que lleva años perjudicándole. Eso hace que alumnos aventajados –pero al final alumnos– como Israel Nash, por citar uno, acaben adelantándole por la derecha utilizando sus propias armas. Porque sí, resulta que “Ozarker”, disco que el Nash sacó apenas dos meses antes de este repóquer del de Jacksonville es, en conjunto, mejor que cualquiera de ellos. Volviendo a lo apuntado, otro gallo cantaría si Adams hubiera escogido lo mejor, al menos de sus tres discos más convencionales en estudio de los cinco, léase “Heatwave”, “Star Sign” y “Sword & Stone”. El primero más rockero, el segundo más convencional y fiel a su estilo más songwriter, y el tercero una mezcla de ambos (recuerden que a eso hay que sumar el directo “Prisoners Live” y el punk “1985”). Así que hemos optado por quedarnos con el que, para el que escribe, es el mejor de los tres y a él vamos. Hablemos de “Star Sign”.
Diez canciones en poco más de cuarenta minutos que nos presentan al Ryan Adams más reconocible. El intenso. El emocionalmente frágil. El que pone todo su talento (que le sobra) al servicio de las canciones. Crudo y desgarrador, con las mejores letras de los cinco discos de marras. Con su dosis de introspección que sí, a veces en dosis altas cansa, pero con canciones tan maravillosas como “Shinin’ Though The Dark”, mi favorita de todos los discos, y curiosamente la única de tempo alegre de este trabajo. Pero no es solo eso. Es que la armónica de “Tomorrow Never Comes” se te clava en el alma y la guitarra de “Be Wrong” va a sonar muy bien en directo. Pero también que el piano de “I Lost My Place” llora contigo. Todo es tristemente hermoso, y quizá es que es ahí cuando la estrella de Ryan Adams más brilla ahora. Parece que están lejos los tiempos de “New York, New York”, de “Firecracker” o de “To Be Young (Is To Be Sad, Is To Be High)”. Aunque eso ya lo sabíamos, y este Ryan Adams, al menos a nosotros, también nos sirve.
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