Si tuviera que definir este trabajo de Ryan Adams, la palabra que probablemente se adecuaría más a lo que pienso es innecesario ¿Lo convierte eso en malo? No, claro ¿Y en bueno? Pues tampoco. El año pasado, Ryan Adams nos obsequió con tres discos de canciones propias (“Chris”, “FM” y “Devolver”) en los que, sinceramente, y especialmente en el último de ellos, creí reencontrarme con ese artista que me había enamorado. Una recuperación en toda regla, algo lastrada ahora por estos últimos pasos discográficos en forma de discos versionados al completo que no acabo de entender. Un artista puede hacer lo que quiera, claro, y si tiene ganas de regrabar un disco entero de alguno de sus referentes, fantástico. Pero ¿es necesario hacerlo con álbumes tan perfectos como “Nebraska” de Bruce Springsteen o “Blood On The Tracks” de Bob Dylan? Si ya es difícil hacerles justicia, mucho más es aportar algo. Y Adams no lo ha hecho, en ningún caso.
Vamos al que nos ocupa. Ryan quizá no hace nada mal, pero es que la tarea a la que ha decidido enfrentarse es harto complicada. Recordemos que “Blood On The Tracks” es un disco de ruptura. Un álbum que sangra, como su propio título apunta. Duele. Y los arreglos y la interpretación del de Jacksonville no es que no hiera, sino que apenas arañan. Ya sabemos que en su carrera, Adams no ha destacado por la contención, pero después de tres discos en el mismo año ¿necesitaba meterse en estos fregados? No, y tres veces no. Solo hay que coger la inicial y celebérrima “Tangled Up In Blue”, agresiva en la versión original y dócil en la revisión de Ryan. La canción no tiene fuerza y la voz está excesivamente tratada, como en todo el trabajo, cosa que acaba por aburrir. Algo que se repite en temas como “Idiot Wind”, repetitiva hasta la saciedad y sin los altibajos sónicos y de paso emocionales de la versión original. Claro, hay que comparar. No fastidien, que es un disco de versiones. Recordemos, de paso, que “Blood On The Tracks” es un álbum de temas largos, muy largos a veces, donde el fraseo y los recovecos de Bob Dylan interpretando adquieren más importancia que nunca. Y, en este caso, la regularidad y linealidad de las interpretaciones de Ryan Adams no le sientan bien. Por quedarnos algo, lo haremos con “Simple Twist Of Fate” ¿será que es donde la voz está menos tratada? Vamos, un experimento fallido en toda regla, que debería incitar a Adams a no repetir, dejarse de historias, y grabar discos tan buenos como “Devolver”.
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