Grabado durante las mismas sesiones que “Drift Code” (19), “Clockdust” reafirma la convicción de que el retorno de Paul Webb como Rustin Man es uno de los más nutritivos de estos últimos años. Que estas canciones hayan tomado entidad propia dentro de otro álbum se debe a una clara referencia a la búsqueda inconsciente de un vértice sonoro entre David Bowie y Robert Wyatt. Y que queda plenamente ratificado desde “Carousel Days”, primera parada de tan neoclásica noria pop.
Ya sea desde el vibrato espectral de “Gold & Tinsel” o su versión fronteriza del Badalamenti más misterioso, todos los caminos llevan hacia la versión barroca del Duque Blanco. Webb canta sin amarres, más crepuscular que nunca. De sus hermosas inflexiones vocales emergen monumentos de belleza atemporal como “Jackie’s Room”, los siete minutos de dub fantasmagórico enhebrados para “Night In Evening City” o el exótico entramado de percusiones que sirve de esqueleto a canciones como “Kinky Living”.
Tal como sucedía en su anterior prueba discográfica, experimentación y elegancia de alta costura vuelven a alcanzar un meridiano de conmovedora exquisitez. El mismo que Webb ha vuelto a armar con su inseparable mano derecha, Lee Harris. Con la ayuda del también ex Talk Talk se consuma el eje argumental de esta obra que, en palabras del propio Webb: “parte de la idea de convertir el disco en un antiguo musical”. Dicho concepto queda rubricado desde la misma portada, inspirada por la escuela Bauhaus.
Finalmente, lo que resulta de tan inspirado carrusel de ingredientes es un mayúsculo imaginario cabaret-pop que prorroga el eco inigualable de los Talk Talk monásticos. Poca broma.
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