El séptimo álbum del trío de Chigago Russian Circles llega, de nuevo, en sincronía con lanzamientos de bandas hermanas como Pelican o Cult of Luna, y otros gigantes de la talla de Deftones o Tool, que en conjunto suponen un excelente año para estos géneros (post-rock, math-rock…), como lo fue 2016 cuando Russian Circles editó una de sus obras maestras, "Guidance". Y ha sido una vez más en agosto cuando la banda vuelve a deleitar a su séquito de fans en la sombra.
Si las piedras angulares del anterior trabajo eran ‘Afrika’, ‘Mota’ o ‘Vorel’, imprescindibles en sus directos desde entonces, esta vez la clasificación quedará ampliada, ineludiblemente, con cortes como ‘Milano’, ‘Sinaia’, ‘Kohokia’, o el bien acogido single que adelantaron; ‘Arluck’, también con un playthrough de esta pieza y sus loops de armonización, a través del canal de Youtube Premier Guitar, en el que Mike bromeaba, «¿suena bien, verdad? Pues no, te equivocas».
Una vez más, solo mediante una ingente cantidad de adjetivos calificativos sugerentes pero nada descriptivos es posible poner en contexto la mente del lector para esta sugerente obra. Un devaneo que nos vence y nos convence. Mike Sullivan, Dave Turncrantz y Brian Cook son los mejores en lo suyo. Sorprende lo equilibrados que están los tres, en conjunto, y el resultado tan homogéneo entre estudio y directo, arrastrándote a la espiral de sonido y vibración, a un limbo de casi cuarenta minutos. La diferencia es lo aplastante de su directo, del que hicieron hito con su reciente disco en Bélgica, "Live At Dunk! Fest 2016" (2017). La cosa pretende seguir en esa línea de creciente intensidad, e incluso este "Blood Year" toca techo.
En definitiva, lo de Russian Circles es puro ejercicio de abstracción imaginativa. Y esto lo vemos ya desde la portada, que apuesta esta vez por un cambio radical en la estética, y se pasa un arte no figurativo del ilustrador Orion Landau (y que además recuerda muy explícitamente a otro trabajo suyo con el glorioso "Clearing the Path to Ascend" de YOB). Desde ella, y el arranque con ‘Hunter Moon’, a modo de intro emocional y preludio de la inminente explosión sonora que el oyente ya intuye que le aguarda. Maestros de la textura, saben también dar aire al disco, con una pausa semejante en su ecuador, con ‘Ghost on High’, que abre las puertas a ‘Sinaia’ el track más largo del álbum. Y lo cierra, con toda la crudeza que lo envuelve, ‘Quartered’, dejándonos con innumerables paisajes sonoros que deslumbran a la vez que juegan con la indeterminación. Sagrado y profano al mismo tiempo. Pura hermenéutica. Pura catarsis.
Todo apunta a que la segunda vuelta de su gira tendrá un nuevo paso por Europa, pero será más adelante, cuando hayamos podido paladear con más detalle este "Blood Year", que esperemos, no sea un vaticinio para este temible 2019, como sin duda parece cuando toma prestado ese nombre de un libro del experto australiano en contrainsurgencia y terrorismo David Kilcullen. O quién sabe, pues lo de Russian es un puro ejercicio de creación de símbolos de libre interpretación. Da más para debate entre headbangers introspectivos que de sermón. Así que solo puedo invitar a su disfrute privado a uno de los discos del año.
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