Rusos Blancos han dejado atrás el experimento de electropop elegante que fue “Crocanti” (salvo en “Cada vez más cadáver”) para volver al pop más sencillo y más complicado de hacer. Las once canciones de “Museo del Romanticismo” alardean de falta de prejuicios, y no es algo que se les pueda echar en cara. La honestidad empieza por uno mismo, y en sus letras se desnudan sin vergüenza, sin acercarse al bando de los perdedores y riéndose de si mismos en un ejercicio de hiperrealismo que nos recuerda que, por muy disparatada que haya sido la aventura, la mañana siguiente siempre llega y no nos queda más remedio que enfrentarnos a nosotros mismos. Del pop imperfecto de “Insuficiente” o “Una excusa diferente” al spoken word de “Damas de la nobleza” (uno de los mejores estribillos del disco) o “No soy esa clase de hombre”, si algo hay que destacar en el álbum son los juegos de intensidad y como los coros de Laura Prieto y Elisa Pérez no son un simple adorno y suman enteros a un conjunto que se disfruta dejando los prejuicios en casa.
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