Unfollow The Rules
DiscosRufus Wainwright

Unfollow The Rules

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 10-07-2020
Empresa — BMG
Género — Pop

Dice Rufus Wainwright que este disco supone su vuelta al pop. Al pop químicamente puro, para entendernos (esto ya lo digo yo). Y aunque tiene gran parte de razón, no es del todo así. Sin todo el bagaje acumulado en la última década, escribiendo óperas y musicales o poniendo música a sonetos de Shakespeare, seguramente no se entendería la abigarrada hechura de “Early Morning Madness”, “This One’s For The Ladies (That LUNGE!)”, la maravillosa “Unfollow The Rules” – posiblemente lo mejor de todo este álbum – o el precioso cierre que es “Alone Time”.

En cierto modo, es como si esta compleja, elegante, suntuosa y, por momentos, soberbia colección de canciones, grabada en los míticos estudios Ocean Way de Los Angeles, con la producción del experimentad Mitchell Froom y la presencia de leyendas como Jim Keltner o Matt Chamberlain o secundarios más jóvenes, pero igualmente lustrosos como Blake Mills, fuera un cierre de su círculo particular. Una vuelta a donde empezó todo, con aquel trabajo homónimo de hace 22 años, también registrado en California. Aunque no tanto, porque la experiencia acumulada en otros proyectos acaba por notarse. Y seguramente sea mejor así.

Es un disco que lidia con los rigores de la mediana edad, con la plenitud vital y creativa de un hombre y artista mayor (de estatura artística, no de edad) que tiene 46 años, lleva ya casi una década felizmente casado con su marido, es padre de una niña de nueve años y ha vivido prácticamente varias vidas en una misma, ya sea en el plano íntimo o en el artístico. Más versátil que nunca como vocalista, ayudado por unos arreglos de cuerda que quitan el hipo y asistido por un par de disrupciones sobre el guion principal, dos momentos que se salen del molde: el swing que se gasta en la muy folk “You Ain’t Big” (ironizando sobre los gustos del público norteamericano medio) y el sostén electrónico con el que fluye “Hatred”, en una onda de crooner electrónico similar a la de John Grant, también mediada por su condición de sutil ajuste de cuentas, tanto personal (la superación de algunos demonios personales) como colectivo (por la polarización de la opinión púbica de su país en la era Trump).

En cualquier caso, un trabajo a la altura de su enorme reputación. Y un buen punto de partida para una nueva etapa que invita a pensar en lo bien que le puede sentar la madurez a un artista que, en honor a la verdad, ya nació clásico.

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