La flor de loto es un símbolo de pureza, y se puede decir con orgullo que Rufus T. Firefly son de lo más puro que puebla nuestra música independiente. Con el aroma de "Magnolia" (17) –merecido reconocimiento y pasaporte a nuevos públicos y escenarios– se inició un viaje psicodélico que parece alcanzar su Nirvana particular en estas ocho canciones, pues no son descartes, sino temas con entidad propia que completan un álbum en dos partes, año y medio después. La teoría se plantea desde las primeras estrofas ("Druyan & Sagan") y la práctica es el hilo conductor, porque para dar con el lago en el que florece el loto, hay que dejar el sendero y abrirse paso por el bosque.
Así han hecho los de Aranjuez, que en la aventura personal que supuso renacer con una nueva alineación han dado con un sonido consistente ya propio de estos Rufus, tan compenetrados y liberados que la experimentación fluye y funciona a todos los niveles. Valgan ejemplos como esa jam entre batería, bajo, sintetizadores y teclados tan de The Stone Roses de "San Junipero" o en "Final Fantasy", pieza en la que una banda amante de un buen riff deja las cuerdas de lado. A todo esto podemos sumarle el homenaje a The Beatles con un "Lucy In The Sky With Diamonds" que han llevado a su terreno y la liberación compositiva que implica la ausencia de metáforas de "Un breve e insignificante momento en la breve e insignificante historia de la humanidad" para su autor, Víctor Cabezuelo.
“Loto” da cuenta de la efervescencia creativa de una banda que, estando de gira, dio de forma natural con una segunda parte al trabajo iniciado un año atrás, la mitad luminosa del jardín que marca el fin del viaje y el cierre de una etapa.
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