Profound Mysteries II

Lo que está haciendo el dúo Röyksopp con el proyecto “Profound Mysteries” se asemeja a esa bola de chicle enorme producto de uno o dos paquetes enteros. Estiras la goma y también haces pompas. Pero igual al estirarlo ese chicle pilla mierdecilla de una mesa o al hacer bomba te estalla y acaba pegando en las cejas. Ya no es tan divertido. Habló un damnificado de Boomer. Al lío. Tres son las partes que conforman este plan –con un buen puñado de remezclas de por medio- un desafío donde los noruegos Svein Berge y Torbjørn Brundtland quieren decir adiós al formato de álbum tradicional, para dispararnos cuantas balas se quieran reservar desde una creatividad un tanto desigual y desbocada. Y casi siempre, continuista.

Y aún están a tiempo de volver a pillarse los dedos. Ya es oficial, en noviembre lanzarán el tercer envite de estos “Profound Mysteries” donde además de contar con una decena de temas, sumarán la presencia de Alison Goldfrapp. Pero me meto de lleno con el segundo de esta serie. Un disco con el mismo número de canciones y donde ellos mismos confesaban tratar asuntos tan demandados como el amor y la pérdida, la desesperación y la reconciliación. Estos, y siempre según el mismo dúo, “envueltos en un guiño esotérico a aquellos artistas y géneros que nos marcaron en nuestros años de formación”. Entre estas referencias bandas tan fundamentales como Depeche Mode o Kraftwerk, así como soniquetes herencia del Italo Disco o el rave británico de los 90. Esto último se medio-huele en “Unity” –ritmillos y pianolas- sin embargo todo lo anterior no acabé de percibirlo por ningún otro costado.

Lo cierto es que “Profound Mysteries II” si lo tienes de fondo resulta liviano para el oído, ellos música mala nunca han hecho. De hecho han fabricado muchos temones. Pero su aspecto es definitivamente voluble. Dual. Veamos, este séptimo álbum de estudio arranca y acaba de un modo astuto y fenomenal. Los títulos en cuestión son, respectivamente, “Denimclab Baboons” y “Some Resolve”. En el primero me recordaron bastante al ingenio de los primeros años de Röyksopp, maravillosas melodías superpuestas recreándose en un buen intercambio de beats. El segundo, por lo contrario, mucho más retorcido, comatoso y emocional. Dos maravillas que contrastan bastante –demasiado- con otras propuestas como “Control”, con atmósfera de techno-house ibicenco o “It Was A Good Thing” (con Pixx) un ejercicio de pop realmente tan desnudo como soseras. Curiosamente un poco antes escuchamos “Sorry”. En esta ocasión sí que sentiremos la fuerza y el dolor de Jamie Irrepressible. Electrónica sutil y piano acompañan la voz llorosa de un artista que sin duda gusta de perfumarse con la personal fragancia creada por ¿ANOHNI? Luego “Oh, Lover” (con Susanne Sundfør), neo disco pop sintético y contagioso. Buen descubrimiento el suyo, el de Susanne, su voz me encandila. La sensación, siempre que se escuche el disco de seguido, es de asistir a diferentes pellizcos y antojos.

Algo que también apuntaba Svein Berge sobre esta serie de lanzamientos amparados por un mismo título es que con ellos se quiere activar la imaginación, los sentidos e incluso plantear cuestiones existenciales. No acabo de tener claro que lo hayan logrado. Al menos en este que os escribe no ha sucedido, si excluyo el cierre titulado “Some Resolve”, que si me parece una bonita paja mental.

Por cierto, para los fans más acérrimos de ellos comentar que coincidiendo con la salida de “Profound Mysteries III”, os podréis hacer con un boxset (bastante chulo, ya pude verlo) que contiene hasta 6 vinilos (LP). Edición limitada que te cagas. En este sentido están jugando con nuestros sentimientos –y bolsillo, claro- porque el que acaba de salir también está disponible en una casete amarilla, que con esa portada artísticamente muy curiosa, es un caramelo. Ahora a valorar qué merece más la pena, el continente o el contenido.