¿Cómo se puede intuir la consagración de un artista? La respuesta podría ser amplia y confusa, pero ese momento debería llegar definitivamente con “Typhoons”. Nada será gratis, ya que su nutrida fan base posiblemente se divida y haya quienes les crucifiquen por vendidos y tal. Pajas mentales aparte, el dúo se desmarca de su propia sombra en este nuevo disco.
“Typhoons” se nutre de lo bueno que mostró este par de músicos en el pasado y, engrandeciendo su sonido, entran gloriosamente en muchas nuevas (e indefinidas) subcategorías: por momentos “Typhoons” es casi disco, casi metal, casi stoner discotequero, incluso.
Porque ese sonido pulido –que roza la perfección para luego dinamitarla al siguiente compás– da una idea muy 2021, pero también recuerda a aquellos trascendentales momentos del indie de grandes escenarios de mediados de los 2000. Así lo demuestran joyas como los adelantos “Trouble’s Coming”, “Limbo” o la bestial “Typhoons”, quería podría identificarse como una cruza impoluta de Queens Of The Stone Age, The Rapture y Justice. Los arreglos de sintetizadores y los pequeños detalles de teclas son omnipresentes y está claro que lo que aquí suena ya no es un simple dúo de bajo megadistorsionado y batería, pero el alma de dos cabezas de la banda sigue siendo claramente Mike Kerr y Ben Tatcher. Aclaremos: Royal Blood no pretenden hacer un disco que tuerza la historia del rock’n’roll, sólo intenta recordar las bondades del riff, el groove, lo sensual y lo divertido (aunque las letras no sean del todo felices), y en esas coordenadas el disco funciona de maravilla.
Volviendo a lo estrictamente sonoro hay un acierto galopante en lo que refiere al fino equilibrio entre lo que suena sintético y lo que suena orgánico. Ejemplos: cuando las bases rectas del bajo de Kerr se sueltan en arpegios emotivos o arrebatos zeppelianos o también cuando Tatcher abandona el carácter robótico de su toque, con sólo un atisbo de humanidad te pueden dar un momento de piel de pollo.
“Boilermaker” es un viaje de adrenalina inyectada en el pecho, digno de la idea estética de Josh Homme, quien participó de la producción del tema.
Canciones como “Mad Vision”, “Hold On” u “Oblivion” (posiblemente el mejor tema del disco) muestran las ganas de Royal Blood de salir de su armario original hacia barros bailables y compartir abiertamente su admiración por artistas como Daft Punk, Soulwax o Digitalism, y hacerlo con respeto e idoneidad (y sin copiarles)
Lo único realmente malo que se le puede achacar a “Typhoons” es que hará un flaco favor en acallar la ansiedad reinante por la falta de conciertos; habéis adivinado: esta música fue hecha para disfrutarse en directo.
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