Madrileño de apenas veinte años con raíces musicales (es hijo del pianista de jazz Vicente Borland), fogueado en las calles y garitos de Madrid y participante en La Voz, Roy es uno de esos casos raros en los que el talento natural se impone a la apisonadora de las fórmulas. ¿Lo hará a los muy arraigados prejuicios de los que todos somos víctimas? Para su debut, el jovencísimo cantante y su productor y bajista Sergio Fernández tiran de referencias elegantes y del buen gusto en los arreglos, compuestos por el propio Borland.
El cantante vuelca en su debut una cálida naturalidad vocal que, como bien sabemos, no se estila demasiado en concursos y formatos televisivos en los que se tiende demasiado a la fórmula, la sobreactuación y al subrayado sin complejos. Sólo por eso, merece atención. Sorprende que con su juventud se haya empeñado en seguir su instinto: humilde sobriedad jazzera, R&B y folk con ecos del Paul McCartney más tierno (“Dreamy”), el inmenso Marvin Gaye, Jorge Drexler y Bobby McFerrin en su vertiente más amable.
Una voz arropada por un ropaje instrumental elegante, a medio camino entre las referencias clásicas de la música negra y una modernidad sin estridencias ni demasiados excesos de azúcar. Son treinta y cuatro minutos que van de la luminosidad del single “My Sun” a la melancolía delicada de “Awaken”, el homenaje a Stevie Wonder de “The Search”, el piano de jazz latino de “Valentine” y el encantador estribillo de “I Love You, But…”. Todo el álbum, estructurado como una historia de amor que viaja de la euforia del flechazo al amargo final, prepara el camino para la deliciosa y agridulce “Tree”, elegía íntima que augura grandes cosas para el futuro.
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