Sol y sombra
DiscosRose City Band

Sol y sombra

8 / 10
Don Disturbios — 01-02-2025
Empresa — Thrill Jockey Records
Género — Alt-Country / Americana

Estoy seguro que, todos los que amamos la música y no renunciamos a seguir indagando sin descanso en los nuevos lanzamientos que salen semana a semana, nos hemos tenido que enfrentar alguna vez a la típica pregunta de ese amigo que se quedó anclado en los clásicos del pasado y te suelta un sonoro: Pero… ¿no te cansas? ¿No te hartas de buscar entre tanta morralla? Y debo reconocer que, si este no fuera mi oficio, es posible que hubiera atravesado etapas de desencanto. Pero, claro, luego uno da con un disco como este “Sol y sombra”, se olvida del tiempo perdido y vuelve a recuperar la fe. Vuelve a pensar que ha merecido la pena no desistir para degustar de unos sonidos tan elegantes como cristalinos. Y no es que la Rose City Band sean unos auténticos desconocidos, pero es cierto que Ripley Johnson, su líder, se ha manejado siempre en los márgenes del universo de la Americana Music, ya sea con este proyecto, o con otros de corte más duro y psicodélico como Wooden Shjips o Moon Duo.

“Sol y Sombra” es el quinto trabajo de la banda integrada por el ya mencionado Ripley Johnson, muy bien arropado por Barry Walker a la pedal steel, Paul Hasenberg a los teclados y John Jeffrey a la batería. Músicos veteranos que saben dar el contrapunto perfecto para que todo suene tan niquelado como compacto. Y es que una de las mayores virtudes de este disco es la delicadeza con la que los instrumentos empastan entre sí. El ensoñador vibrato alargado de la pedal steel con la suavidad de la base rítmica y la susurrante voz de Ripley Johnson. Una elegancia que remite a la alcanzada por otras bandas como los Mojave 3 de otro artesano de la sonoridad como Neil Halstead, los Lambchop de Kurt Wagner o en algún momento más puntual los Luna de Dean Wareham o incluso el Jonathan Wilson más sosegado.

Podríamos decir por tanto que “Sol y Sombra” es un álbum de delicado country-rock de aroma cósmico y tintes psicodélicos. Una obra relajada que provoca la misma sensación de distensión en el oyente. Solo hay que dejarse acariciar por canciones como “Rolling Gold”, “Evergreen”, “Wheels”, la más progresiva “Seeds Of Light”, la trotona y más canónica del lote “Open Roads” o la que cierra “The Walls”, que condensa en una sola pieza todas las peculiaridades del disco. con ese ensoñador juego entre la pedal steel, el elegante punteo de la guitarra y un envolvente solo de órgano.

Diez canciones que deben escucharse del tirón, sin ser desgajadas, para que la obra cobre la dimensión que merece. Y todo ello desde los márgenes y para esos pocos que siguen indagando más allá de los clásicos. Esta vez sí ha merecido la pena.

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