Muchos son los que opinan con rotundidad que Neal Casal es el genio y Ryan Adams el bufón. Yo no me atrevería a tanto, ni muchísimo menos y creo que la asociación a la hora de componer de dos tipos con tanto talento, podría dar mucho que hablar en el futuro si el primero no se sometiera a la disciplina que impone el segundo al firmar los discos con su nombre. Igual me equivoco, pero si el trato fuera de tú a tú nos encontraríamos posiblemente con una formación que rememoraría la mejor época de Whiskeytown. Pero vayamos al grano. Si en su disco anterior, “No Wish To Reminisce”, Neal Casal jugaba con el pop y el rock a la manera de, por ejemplo, unos Fountains Of Wayne, en este octavo trabajo (tercero para Fargo) echa mano de las raíces (el título del disco ya lo vaticina) y de su guitarra acústica para encarnarse en la piel de tantos y tantos trobadores country-folk de la norteamerica real, esa que sufre los embites de la crisis al igual que la soportamos los españolitos de medio pelo como tú y como yo, para sacarse de la chistera nada menos que dieciséis canciones (si hay que ponerle un pero al disco es que, por momentos, parece no tener fin) y se queda tan ancho. La buena noticia es que pese al empacho las tonadas funcionan a la maravilla, con un arranque espectacular y un oficio fuera de toda duda. Ryan, esta vez Neal te ganó la partida.
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