“Polydans” es a la vez la consolidación del característico sonido de Roosevelt y un estancamiento en una apuesta una vez más por la música de baile, el synth-pop y un baño retro que no termina de favorecer a su protagonista. Abandona el intento rock de saltar a las masas que supuso “Young Romance” para recuperar la esencia DIY de su debut y potenciar los sintetizadores y el sonido vintage que tanto le gusta. Vuelve a viajar al pasado y se esconde una vez más entre sonidos ochenteros con una colección de temas producidos, eso sí, de una forma impecable.
Nadie le puede negar a Marius que cuida cada uno de los detalles y que esta nueva entrega es su propuesta más compacta hasta la fecha. Aún así, se queda tremendamente corto en creatividad con un disco carente de personalidad propia y mermado entre sonidos y referencias que ya nos sabemos de memoria. No es ya solo que todo suene a temas que podrían estar integrados en cualquiera de sus predecesores. Es que abusa de ello llegando a parecer pistas que tenía guardadas en su buhardilla desde 2015 y que ha decidido desempolvar y empaquetar bajo la escusa de querer sacar un nuevo álbum al mercado, simplemente, sin ningún criterio artístico.
No hay nada fresco en “Polydans”, las crudas críticas hacia su inclinación rock en el anterior álbum por buscar la fama le han dejado secuelas. Y, parece ser, que no ha sido capaz de dar un salto más ambicioso y prefiere protegerse e ir a lo seguro rodeándose de todo aquello que se le aplaudió en sus inicios. Pese a que la apuesta puede parecer mucho más electrónica, sobre todo en su búsqueda hacia generar cierta dualidad en la segunda parte del álbum. A grandes rasgos sigue tratándose de una playlist destinada a llorar sobre la pista, de espíritu pop, lentejuelas y mucha vida nocturna por delante. Guitarras setenteras, dance ochenta, disco, funk, glo-fi… Con “Strangers” se sumerge en la electrónica francesa realizando un claro homenaje al sonido Daft Punk. “Feels Right” respira de Liquid Liquid y nos presenta unas guitarras eternas de nuevo al estilo de su idolatrado Nile Rodgers. Y únicamente en “Montjuic” vemos un intento de trabajar con beats más pesados, generar una pieza electrónica diferencial que destaque sobre el resto de canciones, más oscura y que aporta un poco de esperanza al futuro creativo del artista.
Siendo sinceros, no hay mucho que aplaudirle a Roosevelt con este nuevo disco. Pero, tampoco hay demasiado que criticarle. Es un trabajo tan disfrutable como fácil de olvidar. Una pieza completamente indefensa que le sirve únicamente para demostrar su solidez como productor y su dificultad para aplicarlo sobre un proyecto que de verdad suponga un extra en su carrera. Hay cierta escasez de hits, es un enorme suspenso en experimentación y lo que sí refleja, eso sí, es una madurez que hasta ahora no habíamos visto en lanzamientos previos. Aunque el propio Marius asegura haber disfrutado a lo grande con el proceso creativo del proyecto y ser uno de sus discos más personales. Lo que está claro es que esto no ha conseguido trasladarlo al resultado final del disco. Más bien ha terminado regalándonos un largo que peca de familiar, facilón, que busca contentar a todo tipo de públicos sin generar demasiado ruido a su paso.
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