Se dice de Marius Lauber, alma de Roosevelt, que se curtió tocando la guitarra en bandas indies de las afueras de Colonia hasta que el sello Kompakt le invitó a convertirse en DJ residente de sus fiestas con Superpitcher y Michael Mayer, y aquello le abrió nuevos horizontes. Y no cuesta nada certificarlo, tras su notable paso por el Primavera Sound (primero como Dj, luego con su banda) y este extraordinario álbum, que llega tras un par de singles en Greco-Roman, sello de Joe Goddard (Hot Chip). Porque las canciones de este alemán de apenas veintiséis años son exquisitos alardes de equilibrismo entre lo sintético y lo orgánico, entre el house y el pop, entre Caribou y New Order, simplificando. Deliciosas ambrosías a medio camino de lo lúdico y lo evocador, tocadas siempre por la vara de la distinción. Melodías para atardeceres eternos, cuando la noche parece vislumbrar un mundo de posibilidades, y que ratifican un ingente talento en algo más de cuarenta y siete minutos.
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