Si por algo se puede alegrar uno de que el garage siga tan vivo en los últimos años es porque, por fin, se ha vuelto la mirada hacia Latinoamérica, gracias sobre todo a la recuperación de Los Saicos y a grupos como Los Peyotes. Porque el legado del garage canónico estadounidense está ahí y no se puede esquivar tan fácilmente, pero sí se puede enriquecer con un poco de amplitud de miras. Y eso es lo bueno de Salvaje Montoya, que miran tanto a Latinoamérica, como a los Estados Unidos más fronterizos o a la escena estatal de Los Tiki Phantoms o Guadalupe Plata.
Este segundo disco sigue hasta cierto punto la línea de “Boda rumana”, lo que significa entre otras cosas que va dirigido a que la gente lo baile en un sótano hasta que el sudor les llegue a la altura de las rodillas. Reverb cavernosa (como no), guitarrazos, surf, cumbia y, por encima de todo, un garage muy de corte latino; todo metido en la coctelera con letras descojonantes como la de “Leyenda local”. Pero no son el mismo disco: en “Rompiendo la Yuca” hay menos twang y western, suena más sucio y más crudo, hasta más oscuro, en definitiva, más contundente. Y además, seamos sinceros, a quién no le gusta un disco con pista oculta.
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