Rockferry

Les ha faltado tiempo. Se pone de moda el moño cardado y la pose de soul diva punk y se revuelve en el baúl de las chicas perfectas en busca de rubia incomprendida (en este caso, el baúl tiene tela: la versión galesa de “Pop Idol”, algo así como el OT británico) y se saca a una cover para todos los públicos de Amy (ya superventas) Winehouse, a base de triturar lo mejor del northern soul (no hablamos de Kin Weston y Brenda Holloway, pero casi) y de reírse del moño en cuestión (vía single, para más inri: “Mercy”).

Pero la producción y mano de Bernard Butler (exSuede) en buena parte de las letras del álbum, un “Rockferry” que en realidad está más cerca de Norah Jones (o una Joss Stone menos alterada), garantiza el asentimiento generalizado de la crítica. Pose o no, lo cierto es que el disco cabalga entre lo clásico y lo refrito (“Serious”, tercer corte del disco, es un buen ejemplo) sin perder el paso y Aimee Ann (Duffy) se ciñe al guión con la maestría que, dicen, le ha dado su peregrinaje por clubes de jazz de lo más variopinto. ¿Lo mejor? Ese cierre a lo Roy Orbison con guiño desde el título: “Distant Dreamer” y la certeza de que el título de Amy sigue intacto porque más que la versión sin mácula de la diva, Duffy va camino de convertirse en la Olivia Newton-John del siglo XXI.