Desde que en 2019 conectarán entre sí sus circuitos y reprogramasen su actividad conjunta bajo el nombre de Robot Emilio teníamos claro que podíamos empezar a hablar de ellos en términos de súper-banda –por algo cada uno de sus responsables venía de firmar sus particulares pinitos en diferentes negociados de más o menos calado dentro de la escena barcelonesa. Ahora, y tras haber consagrado su propuesta con absoluta puntería tras su pertinente debut (“¡Al Lío!”, publicado en 2022), este cuarteto liderado por Edu Chirinos (formalmente conocido como Edu Ruinas, por su proyecto original), y completado con las seis cuerdas de Carlos Leoz (Half Foot Outside, Me and the Bees, Standstill) el bajo de Paloma Durán (Walking Lands) y la batería de Dani Hun (Maple) nos vuelve a confirmar su deliciosa sintonía conjunta con “Vas Tarde” (Caballito Records, 23), su segundo LP.
Por supuesto, y a pesar de la bisoñez de la banda, el loable bagaje individual de los cuatro habla por sí mismo y toma partido en la ecuación tan pronto como las melodías rápidas y frescas de “El Flowers” se deciden a abrir el disco, combinando el costumbrismo pop de su relato con la efectividad inmediata de un buen estribillo punk, entusiasta y coreable. La cercanía en sus letras vuelve a ser la gran baza de su propuesta, jugando como nadie con el análisis más ácido de nuestro presente (“Cuidado no te duermas o despertarás ayer / Nadie vendrá a salvarte, te tienes que mover”, nos arengan en la instigadora “La Revolución No Llegará Por Amazon”), azuzándonos al pensamiento crítico y circunstancial entre pegadizos versos que reinventan clásicos infantiles (“Vaya Tela”), poniendo el foco en el capitalismo romántico actual (“De lunes a sábado una fiera del amor, varios frentes abiertos”, escuchamos en “Tinderman”, sin saber si queremos reír o llorar) o revisitando una realidad próxima plagada de punzantes lugares comunes que parecen haber llegado para quedarse (“Todo el día en tu silla”, advierten entre chispeantes riffs de post-punk clásico para “Televida”, hasta rematar con un enérgico y progresivo solo instrumental).
Y es que a pesar de la euforia que genera la urgencia y la presteza del disco (hablamos de un trabajo con todos los tropos del punk por bandera, sin superar la media hora y con canciones de apenas 2 minutos), sus temas parecen estar hermanados entre sí por un cierto sentir escapista y evocador, donde el tono sardónico y despreocupado de la voz cantante no es óbice para dar lugar a una expresión final que aluda a cierto vacío existencial (“Esto es una llamada a otros mundos / ¿Alguien me escucha por ahí? / Aquí nadie me entiende, aquí no hay sitio para mí”, cantan en “Una Llamada”), nuevamente demostrándonos que debajo de la guasa y la auto-parodia también hay un sentimiento.
El mismo que les lleva ahora a poder firmar odas emocionalmente directas y sin ambages, como “Niña Vampiro”, una de sus mejores pistas hasta la fecha y donde atestiguamos el deseo de la formación por hablarnos a las claras y emprender definitivamente un camino de reconocimiento para el que nunca es tarde.
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