En el reino de Robert Pollard, un tipo acostumbrado a despachar álbumes como rosquillas, no hay tregua. Su destajismo no siempre se congracia con la práctica infalibilidad de algunos de sus picos creativos al frente de Guided By Voices, hace cosa de dos décadas, pero cualquier músico mataría por detentar la chispeante maestría que ese recopilatorio imposible (quién sabe si alguna vez saldrá) de su producción en solitario podría brindar. Si hace menos de un año se descolgaba con uno de sus mejores trabajos a su nombre (“Faulty Superheroes”; Fire, 2015), ahora hace lo propio con doce nuevas canciones que preservan sus propiedades, pero al mismo tiempo ensanchan su manejo de tonalidades gracias al rol esencial que Nick Mitchell (miembro de Ricked Wicky, otro proyecto que se sacó de la manga el año pasado) ha jugado, tanto a las guitarras como -sobre todo- a la producción.
La habilidad para diseñar pop de tiralíneas (“Little Pigs”), estirar el chicle de la vigorexia post R.E.M. (“My Daughter Yes She Knows”) o tramar esos enjambres de riffs que huelen a proto new wave (“Long Live Instant Pandemonium”) se mantiene. Pero ahora los ornamentos de cuerda (“Come and Listen”), de viento (“Little Pigs”) o de teclados analógicos (“Contemporary Man (He Is Our Age)”) son los que esquinan su repertorio hacia un sentido muy propio de la psicodelia o el progresivo, ahondado en la distancia que le separa de aquel destartalado lo fi. Veinticuatro álbumes después, el de Dayton (Ohio) no pierde el olfato melódico ni su ansia por revestirlo con apariencias distintas.
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