Como el personaje de la preciosa e hipnótica portada de “El Olimpo”, segundo trabajo tras el debut homónimo de 2019 y primero en castellano de Riverboy, los surcos comienzan a girar y nos despegamos del suelo hacia un nuevo mundo, multicolor y desconocido. Charly Riverboy firma ocho composiciones lisérgicas que son, de largo, parte de lo mejor que ha dado esta cosecha musical nacional de 2021. Junto a Charly, voz y guitarra, los tripulantes que lo acompañan brillantemente en este viaje intergaláctico son: Sleepy James a la batería, Jose Vaquerizo a las teclas y voz, Ricky Candela al bajo y Paco Prieto a la guitarra.
La nave espacial deja atrás la Tierra con “La Fuente”, como si en alguno de los motores llevará de polizones a los Rufus T. Firefly más alucinógenos, con unos teclados (omnipresente en todo el álbum la mano y coros de Jose Vaquerizo) que desprenden atmósferas oníricas y nos empujan al otro lado del espejo.
El “Delirio” continúa sobre el viento, con la banda al completo sobrevolando la ciudad y tejiendo paisajes caleidoscópicos en llamas, mientras Charly surca los umbrales del tiempo en busca de esa “maldita inspiración” que, aunque escurridiza, no dejará de cabalgar sobre ella en cada estrofa rebosante de misticismo y LSD en vena. Las guitarras rugen y chisporrotean centelleantes, con la base rítmica desplegando sin pausa las vías de un tren interestelar hacia otra galaxia. Nos encontramos y perdemos “Por el cañaveral”, con esos teclados de inicio que reabren mares y “lagos de sal”, en una nueva letra que Charly se saca de la chistera y nos hace “ver dioses en los iris” del amor: “Indomable el corazón, oh, dime a dónde vas, que te quiero alcanzar…”.
La cara A termina flotando en “Venus”, con cierto aroma a una “Lucy In The Sky With Diamonds” morfínica que se deshace bajo la lengua, resurgiendo como una brisa en un dorado atardecer.
El banquete psicodélico prosigue “En la yerba”, con Los Brincos, The Zombies y Weyes Blood de la mano, danzando desnudos en una corriente de melodías y armonías vocales envolventes, deudoras de The Byrds más resplandecientes y los posteriores ecos de la Paisley Underground californiana. Con esos mimbres, nadamos hasta llegar a la soleada playa de la “La juventud” y renacemos en “Fénix” y el “Nunca fuiste” final, como si las sombras y luces de la madrugada, nos atraparan en el bar del “Hostal Pimodan” (16) de Lori Meyers, con Los Estanques tras la barra sirviendo chupitos de destellos de aurora boreal.
“El Olimpo” es una de esas joyas tardías que florecen a final de año y muchos oídos pasarán por alto, ¡no seas uno de ellos! A cada escucha es más adictivo y terminarás pidiendo una ronda más de este misterioso elixir, cada vez que vacíes la copa.
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