Ryan West está mucho más emparentado con un chamán que con un compositor de electrónica. Su modus operandi es más cercano a un terapeuta de las emociones que a un psiquiatra: la vía iniciada por “Howl” (Erased Tapes, 15) demuestra que su música no evade, no alivia. No cura. Simplemente acompaña. Su electrónica mental, plagada de loops y recovecos, plantea preguntas; como un ovni caído entre campos de maíz... En un primer momento siembra el terror pero, cuanto más se estudia, más nos acerca a nuestros límites. Si “Howl”, tercer largo de este productor afincado en Londres, estaba centrado en la cascada de sonidos, en un ruido penetrante y plagado de disrupción, “Night Melody” se postula algo más a la síntesis, a la canción. Al baile, primitivo. Denso. “Johannesburg” es un meneo a cinco atmósferas.
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