La fórmula está clara desde hace una década. Synth pop nervudo, post punk fibroso, estribillos vibrantes que centellean entre la zozobra y la esperanza. Me cuesta discernir en qué se diferencia este cuarto largo de Gerard Alegre Dòria con su proyecto El ültimo Vecino de los tres anteriores, más allá de que aquí el poso que destilaban algunas canciones de "Juro y prometo" (2022) a los requiebros melódicos de El Último de la Fila aparecen más atenuados. O de que hay una intención de homogeneidad más lograda: es más un álbum que una colección de canciones, aunque también. Se trata de otro trabajo directo y al grano. De reafirmación en un lenguaje que no admite muchas sorpresas pero tampoco patinazos. De nuevo con Adrià Domenech (InnerCut) como cómplice. Diez canciones en veintiséis minutos. Conciso y fiable porque todas sus piezas encajan, y diría también que todas funcionan, fluyen, aclaran. Apenas desvelan grietas. Convencerán a los ya conversos.
La sombra de Manolo García y compañía se advierte (algo) en “Era de esperar”, “Libreta de los recuerdos” y en una “Metropolitano” que inserta un giro aflamencado en un patrón synth pop de manual pero muy dinámico: en ese sentido, es quizá la mejor síntesis de su sonido a día de hoy, aunque no sea – ni mucho menos – la que más escuchas acumula en streaming. Ese honor se lo llevan la extraordinaria “Mi chaqueta gris” (qué bien le sienta ese saxo) o la dulcemente evocadora “Cinta”, seguidas de lejos por la guitarra neworderiana de “Lo que quise saber”, que es un dueto con Xenia, o los espasmos de “El último día”, muy a lo The Drums.
Y así podríamos seguir con cualquiera de los restantes cortes de un trabajo resolutivo, que solo esboza nuevos horizontes en su cierre, “Era de esperar II”, reverso sombrío de su corte de apertura, que me recuerda a lo que últimamente hacen Nilüfer Yanya o La Plata.
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