Siempre es una agradable sorpresa encontrarse con un nuevo álbum de Richmond Fontaine entre la manos, y máxime cuando resulta que han transcurrido cinco años desde su último lanzamiento discográfico, el correcto "The High Country". De hecho hasta hubo momentos en los que parecía que este disco no iba a llegar jamás, y que la banda podía darse casi por finiquitada. No en vano su principal artífice Willy Vlautin, tras la marcha del miembro fundador Dave Harding a Dinamarca, parecía más interesado en seguir explotando su faceta como escritor de novelas o tocando con los The Delines, en lugar de ponerse a escribir canciones de esas que te dejan un regusto agridulce a base de historias de perdedores y perdidos que tan bien ilustran la historia cotidiana de America. Temas de aire tristón y melancólico que los Richmond Fontaine saben moldear como pocos gracias a una sonoridad tan nítida como elegante, con la voz en un primer plano y la habitual combinación de acústicas con una eléctrica tan precisa como clarividente. Temas como "Wake Up Ray" te recordarán a los Wilco del principio, los que no se forzaban en demostrar que su música podía ir mucho más allá de la americana más convencional. Otros como "Whitey and Me" no tienen nada que esconder, es algo tan sencillo como una buena historia y una instrumentación mínima en el devaneo lento de una balada de esas que parece mil veces compuesta y lo será otras mil en el futuro. Canciones redondas como la más saltarina "Two Friends Lost At Sea" cuyo arrebatador estribillo recuerda los últimos pasos de bandas como The Decemberists, mientras que otras con mayor carga melancólica como "Tapped Out In Tulsa" podría encajar sin problemas en cualquier disco de The Jayhawks. En definitiva un álbum que no cambiará el devenir de la música, pero que suma otro brillante muesca más en el casillero de discos bonitos de agradable escucha, perteneciente a esa enorme e inagotable discografía de la Norteamérica más profunda.
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