2020
DiscosRichard Dawson

2020

6 / 10
Raúl Julián — 27-11-2019
Empresa — Weird World
Género — Folk

El peculiar Richard Dawson regresa a escena, con una nueva entrega que, como era de esperar, resulta de compleja degustación. El británico firma una obra con cierto aspecto de ópera-rock, claras preferencias por el progresivo de los setenta, y un folk generoso en aristas, alejado de esas formas más convencionales presente en el anterior “Peasant” (Weird World, 17), si bien éste giraba en torno al (nada habitual) argumento de una villa medieval. Una mixtura que el artista no duda en completar con arreglos pop y ciertas pinceladas exóticas. El resultado es un disco chirriante, con la no menos estridente voz del autor presidiendo piezas de larga duración que, con frecuencia, son resultado de aquella experimentación que Dawson parece plasmar en lienzos sonoros.

El talante crítico de las letras completa el listado de los elementos incluidos en la ecuación, con el de Tyneside presentando con divertida ironía emociones y hábitos costumbristas (traducidos en el running, los agobios o el trabajo), consecuencia del actual entorno social, económico y político. Los trazos inevitablemente despreocupados del músico conviven (y contrastan) con la apariencia épica de la mayoría de los temas, en una circunstancia de consecuencias cáusticas seguramente pretendida de antemano. Es precisamente la mencionada entonación interpretativa del firmante la que parece servir de argumento común, cruzando la propia referencia desde el principio (“Civil Servant”) hasta el final (“Dead Dog In An Alleyway”), diferenciándola y marcándola poderosamente. En medio quedan otras paradas igualmente intensas, del tipo de “Jogging”, “The Queen's Head”, el single “Two Halves”, “Fresher’s Ball” o los diez minutos de “Fulfilment Centre”.

2020” (Weird World, 2019) es un disco casi conceptual, o al menos por momentos puede llegar a parecerlo dejando la sensación de que el inglés ha sido certero en su objetivo principal. Pero al mismo tiempo la aspereza de las formas y su duración –una hora distribuida entre sólo diez composiciones– complican, inevitablemente y en la práctica, la asimilación del producto. Un escollo que no es determinante pero sí importante a la hora de enfrentarse al quinto álbum de este creador cuya particular visión creativa le obliga a alumbrar elepés de amplia riqueza compositiva, pero también algo caóticos, extravagantes y anárquicos. Richard Dawson, señoras y señores, uno de esos tipos a los que amar u odiar sin apenas posibilidad de término medio.

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