Aceptando y agradeciendo su imprescindible e inherente aspecto lúdico, la música no puede sin embargo permitirse el lujo de renunciar a la responsabilidad que le ofrece su papel decisivo en la construcción de la memoria colectiva de las sociedades y de sus individuos. Una disposición a la que sí harán frente la norteamericana Rhiannon Giddens -recientemente integrada en otro relevante proyecto colectivo como Our Native Daughters dirigido a visibilizar la historia de la mujer afroamericana- y el multiinstrumentista italiano Francesco Turrisi. Una entente reunida para dar vida a un álbum, “There Is No Other”, que no solo responde a la escenificación del encuentro entre diferentes referencias culturales, sino principalmente a todo un ejercicio por rastrear esa raíz común que comparte todo cántico.
Una plurinacional procedencia, completada por una grabación registrada en suelo irlandés, que incitará a la supresión de fronteras en el alimento de sus composiciones, promulgando una unión más profunda y universal. Para ello, resulta una decisión lógica y acertada que el repertorio escogido, además de perteneciente a diversas latitudes, alterne temas propios con ajenos y con aquellos adscritos al acerbo tradicional. Variedad que formalmente se manifestará en el choque -e instantáneo acomodamiento- de influencias que tendrán su origen tanto en Estados Unidos como en el Mediterráneo. La sobriedad -y una utilización de instrumentación tradicional- seleccionada para su ejecución alcanzará tintes majestuosos gracias a la intervención del prestigioso y siempre exquisito productor Joe Henry, quien sabe entender a la perfección el reto de un trabajo al que dota de una solemne humanidad.
Apoyada en unos textos sobrios, asequibles, y de cariz popular, pero eficientes en su tarea de reflejar, bajo una temática mayoritariamente amorosa, la distancia y la incapacidad para encontrarnos entre humanos, la superación de barreras se ejercerá por medio de sorprendentes interacciones musicales. Solo así se pueden definir las acontecidas entre el sempiterno lamento negro y el ritual arabesco, ya sea desde una perspectiva marcada por la intensidad (“Gonna Write Me a Letter”) o la evocación (“Ten Thousand Voices”), como la traslación de los Apalaches, y todo el contenido sonoro que eso conlleva, al árido desierto africano en “Trees on the Mountains”, reflejo de una bella y sucinta agonía. Interpretaciones visceralmente raciales que se se agrandan bajo los ritmos prominentemente percusivos, entre lo tribal y lo bélico, que dirigen la canción homónima, henchida de épica, o “Little Margaret”, ejemplos de ese folk medieval que igualmente ha servido en ocasiones de inspiración a Richard Thompson.
El mapamundi sonoro que despliega el disco hará además escala en las trepidantes y desbocadas melodías de origen transalpino dominantes en “Pizzica di San Vito”. Una representación casi contrapuesta, sino fuera por el común aliento angustioso, a la sugerente “Black Swan”, que se expresa como un mantra hipnótico y que sirve de preludio a una deliciosa “He Will See You Through”, pieza que perfectamente parece extraída del aria de una ópera sacra.
Giddens y Turrisi se citan desde la distancia -esa que imponen los diferentes ámbitos referenciales de los que parten- para desde ahí trazar un camino con el que derrotar a la artificiosa divergencia, superando el siempre conflictivo primer encuentro con “el otro”. Gracias a una simbiosis talentosa y apasionante, ambos músicos serán capaces de erigir un novedoso hallazgo artístico y emocional que se exhibe mucho más rico y complejo que aquel que se produciría de una mera suma de personalidades.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.