El propio Residente me daba las pistas para entender el concepto que rige su primer trabajo en la entrevista que le realicé para el número de abril de la revista impresa: “El disco tiene una especie de orden. Primero viene la guerra, luego lo apocalíptico, después se produce el desencuentro, sigo con la esperanza y la vida para acabar con lo que nos depara el futuro, y cerrar con el tema dedicado a Puerto Rico que es el presente”. De esta manera tan gráfica René me describe el hilo conceptual que teje su primer álbum en solitario. Un sentido unitario que va un paso más allá del proporcionado por el análisis de su ADN, y el largo viaje a través del Cáucaso, China, Siberia o África que dicho análisis le ha llevado a adaptar, a su capacidad para la rima, una gran diversidad de músicas del mundo. En el fondo, lo que Residente ha logrado es ahondar todavía más en lo trazado en el último trabajo de Calle 13, dándole un toque mucho más homogéneo a su obra sin que ninguna canción desentone dentro del conjunto.
"Residente" es un disco con una fuerte presencia de la electrónica, pero sobre todo del ritmo más tribal que crea un esqueleto sobre el que construir su forma de decir las cosas. Un trabajo en el que el crossover y las guitarras se cuelan por casi todos los poros para alcanzar lo que podríamos calificar de arenga rock superlativa que, en ocasiones, utiliza el juego de los contrastes entre lo suave y lo fuerte, la paz y el conflicto, la vida y la muerte, el presente y el futuro. Porque, en definitiva, nada es lo que parece. Y si no me crees pregúntale a tu ADN.
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