¿Qué sería del sur de los Estados Unidos sin esos estereotipos que se repiten una y otra vez? ¿Qué sería del sur sin esa mística y ese misterio que lo envuelve todo hasta reducirlo al más puro cliché? El sur y las soflamas de sus predicadores; el sur y sus pendencieros de fin de semana con sus bacanales alcohólicas que acaban en el inevitable encontronazo con la justicia; el sur cargado de remordimiento y de culpa…
Todo ese universo, tantas veces captado en los surcos de las canciones de Lucinda Williams, John Mellencamp o Tom Petty, se da cita de nuevo en los treinta y siete divinos minutos que dura este cuarto trabajo de uno de los mejores cantautores que ha dado el sur en la última década. Y lo hace de la mano de uno de los mejores productores que también ha dado el sur en la última década: Dave Cobb ha vuelto a unir esfuerzos con Dylan Leblanc para perpetrar el álbum más roquero y directo del músico de Louisiana. Y lo ha hecho de la forma más simple posible, buscando el sobrio color del directo, en unas canciones que han requerido de dos, máxime tres tomas. Temas para los que Dylan Leblanc contó con la colaboración de The Pollies, prescindiendo de los habituales músicos de sesión que suele aportar el productor a sus grabaciones. Y es que Dylan Leblanc buscaba el empaste y ese feeling que no busca la perfección sino el carisma y el nervio.
De esa guisa y, sustentado por un trabajo vocal como siempre espléndido, su country-rock se ha enriquecido con canciones que solo cabe calificar de redondas. Desde el roquero inicio de “Renegade”, el envolvente estribillo de “Bang Bang Bang”, la elegante delicadeza de “I See It In Your Eyes” o el tono crepuscular de baladas vaqueras como “long Rider”. Si eres de los que disfrutas de Ryan Adams, pero también de Dawes o Jason Isbell, no dejes escapar este disco. Y es que la hora de Dylan Leblanc por fin ha llegado.
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