Marshall Mathers se ha convertido en uno de
los iconos más reveladores de nuestro tiempo: la fascinación y
repulsión que despierta el rapero de Detroit delata tanto los tics de
cierto sector de la América blanca dispuesta a comportarse como si
fueran en realidad negros, el miedo que siente otro sector hacia estos
y la atracción/repulsión que sienten todos ellos por el mundo de las
celebridades, dianas - cosa fácil en el caso del pandero de Kim
Kardashian- habituales en las rimas de Eminem. Cinco
años después de la edición de “Encore” y tras haber superado un período
de adicción relacionado con el golpe que supuso para él perder a su
amigo y padrino Proof, Eminem suelta su habitual torrente de cuentas
pendientes contra su ex mujer (a no ser que se hayan casado de nuevo),
su madre y cualquier pelele televisivo sin piedad alguna. De fondo las
drogas, los traumas de un MC que suena en “Relapse” más atormentado que
nunca, algo a lo que contribuyen las producciones de Dre. Y una
certeza: nos guste o no Eminem es el mejor espejo en el que mirarnos si
queremos empezar a entender las contradicciones de nuestro tiempo, en
qué mundo vivimos. Quizás no nos guste lo que veamos, pero sí nos da su
medida como artista.
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