Los que le descubrimos gracias a su primer disco “Oh Me Oh My...” (Young God, 02), una recopilación de veintidós temas grabados con un cuatro pistas en diferentes partes del mundo, nos quedamos sin habla. Cual émulo de un imberbe Daniel Johnston, Banhart era capaz de emocionar con unas canciones desnudísimas de espíritu amateur, una voz afectada e infantil, y unos textos entre lo real y lo imaginario.
Ahora, dos años después de tal proeza y tras el EP “The Black Babies” (Young God, 03), regresa con un nuevo larga duración “Rejoicing In The Hands” –mejor producido y grabado en unos estudios caseros con la ayuda de Michael Gira (quien le publica el disco en Estados Unidos vía Young God Records)-, un trabajo que le confirma como uno de los folk singers más destacados del nuevo milenio. Con apenas veintidós años, Devendra Banhart muestra su personalidad, entre ecos de Syd Barret, el Marc Bolan más acústico y lisérgico y la inocencia del bueno de Johnston, gracias a su personal y acertada relectura de los estilos más clásicos de la música popular como el gospel, el blues -de ultratumba- y el folk más tradicional. El resto de sus aciertos se lo debemos a su particular voz de duendecillo descarado, a su personal forma de tocar la guitarra, un ya característico finger picking de efectos realmente estremecedores, y a su capacidad para fabricar hermosas canciones de alma pop –entre ellas una en español titulada “Todos los dolores”, de una belleza y sinceridad arrebatadoras.
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