Pasan los años, cambia la situación y aún no sabemos el lugar de la escena musical en el que está ubicada Regina Spektor y qué objetivos reales tiene. En cierta manera, y no solo por inquietud y proximidad estilística, la pianista ruso-americana se mantiene en la onda de Fiona Apple y Amanda Palmer. Viviendo ajenas a tendencias y al funcionamiento de la industria, también a lo que opinen los demás de su trabajo, de su comportamiento. Tanto da porque, sea lo que sea, el discurso y sus formas no van a variar. Lo suyo es independencia pura y dura. Ninguna de ellas le hace excesivo caso al calendario. Van cayendo las hojas de este y no sienten presión. El disco y las correspondientes giras llegarán, pero no por obligación. Darán esos pasos cuando les apetezca y cuando se sientan realmente preparadas.
Regina Spektor no publicaba disco desde hace seis años. “Remember Us To Life” fue el último y quizás el álbum que le ha dado menos réditos. Ni lo colocó en el Top 5 –como hizo con “What We Saw From The Cheap Seats”–, ni consiguió meter ninguna canción en la banda sonora de series de éxito. Más allá de esos datos, tambien es cierto que se movía en tierra de nadie. Y eso es algo que no sucede con este “Home, Before And After”, que si algo tiene en común con su predecesor es esa vertiente orquestal tan acentuada, de la que “Remember Us To Life” abusaba, incluso con banda completa. La pregunta en este octavo álbum es si las canciones ganarían sin tanto adorno. La diferencia ahora es la extrema variedad con la que Spektor difumina su presencia y cambia de foco. Sus diez canciones son muy distintas entre sí, pero, dentro de esa diversidad, consigue que el resultado sea coherente. En cambio, lo que sí va totalmente ligado es la historia que cuenta. Las letras son fruto del desamor con la figura omnipresente de un hombre. En las canciones de “Home, Before And After” hay drama, teatralidad, épica (los nueve minutos de “Spacetime Fairytale” son fabulosos), misticismo y, aparte del pop que sigue establecido como dominante dentro de su cosmos, hay hip-hop, música de baile e incluso música para bandas sonoras (“Raindrops” y “Coin”). Con todo esto, seguiremos sin saber dónde y cómo ubicar a Spektor, pero gracias a este disco recuperamos a esa artista dinámica y traviesa que, hasta hace poco, creíamos paseaba en el limbo.
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