Pocos esperaban algo de valor de Eminem a estas alturas. Su cacareado regreso del año pasado en forma de “Relapse” se saldó con un disco decepcionante, sin temas a los que agarrarse y con una lírica de combate ya trasnochada y cuya pretendida acidez no era más corrosiva que un vaso de gaseosa. Si a eso sumamos que su último largo antes de la retirada, “Encore” (2004) tampoco había estado a la altura de sus primeras obras, el séptimo largo del de Detroit dejaba poco espacio a la esperanza. Pero no. Eminem se ha sacado de la manga su mejor disco desde, al menos, el ya lejano en la memoria “The Eminem Show”. El rapero empieza disculpándose (“Los dos últimos álbumes no cuentan. En “Encore” iba drogado y en “Relapse” estaba ajustado cuentas; pero se acabó. Tengo algo que demostrar a los fans, porque siento que les he decepcionado”, rima en “Talkin’ 2 Myself”) y se muestra más relajado e introspectivo. No es que haya dejado atrás su lengua afilada (Mariah Carey vuelve a recibir sus pullas), pero en esta ocasión son utilizadas con la ironía que brota de la madurez y sin el pataleo infantil que se desprendía de “Relapse”. Los singles, “Not Afraid” y “Love The Way You Lie” (con Rihanna), tienen la pegada comercial que driblaba al rapero desde hace casi una década. Hasta los sampleos de “Changes” de Black Sabbath en “Going Through Changes” y “What Is Love” de Haddaway en “No Love” recuerdan las gloriosas contribuciones de Dido o Aerosmith en sus álbumes de consagración. Eminem vuelve a mirar hacia su interior, se vuelve a mostrar creíble y con ello consigue de nuevo volver a ser relevante en la escena.
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