El concepto no es nuevo. Existía en Nikki & The Corvettes, en el desparpajo de los Rezillos, o en Suzanne Fellini, que a diferencia de Martha Davis no dio lugar a que los ochenta la echaran a perder. Existía en Blondie, el grupo de canciones más importante, el más engañosamente recordado, que diese la nueva ola americana, o en “Do You Have Fun” de los segundones The Photos.
Seducción melódica sobre guitarras omnipresentes, en clásicos del pop que no se podían llamar todavía clásicos. Producciones de Mike Chapman, y la frescura que los Ramones hicieron renacer de Phil Spector y las cenizas del surf. La nueva ola, claro. De eso hace ya más de veinte años, y todo suena lo suficientemente lejano como para que reivindicarlo no suponga una pretensión inadecuada, y sí un ventajoso oportunismo. Ése es el dilema de Suzy & Los Quattro, ligados a un ejercicio de estilo que dominan como nadie, que asumen con todas sus consecuencias y para el que muestran tanto esmero como habilidad. A veces todo es fervor y optimismo, otras veces es el escepticismo el que más puede. Y a veces es un poco de todo. La estética tiene sus recompensas, pero -aun cuando se viste de ingenio- tiene también bastantes peligros.
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