Apenas un año y medio después de su primer largo - "Oído absoluto" (La Vida Es Un Mus /Beat Generation, 2017) -, los madrileños Rata Negra regresan con una nueva colección de de canciones virulentas, Nacidos de las cenizas de Juanita y los Feos (Violeta y Fa) con la sección rítmica de La URSS (Pablo), con su segundo largo el trio se confirma como una formación con una identidad cada vez más propia. Aunque si bien recuperan ciertos elementos luminosos de pop ochentero (esas melodías) que parecían haber desaparecido en su primer LP, la rata sigue sonando igual de sucia y negra. Quizás haya tenido algo que ver la producción de omnipresente Paco Loco (de Australian Blonde a Hinds, pasando por Mikel Erentxun), cuya trabajo a los controles parece sentar como un guante a estas 10 nuevas composiciones. O quizás sea sencillamente la evolución natural de un proyecto que va camino de superar, en todos los sentidos, a la banda madre.
El disco se abre con “El chico de las estrellas”, que nos presenta a un personaje que parece una suerte de Ziggy Stardust en versión trash. ¿Es el protagonista de la incongruente portada? ¿Estamos quizás antes el primer disco conceptual del punk nacional? No parece muy posible, la verdad. Pero lo que si es cierto es que las letras parecen tener un hilo conductor claro: apatía frente a lo establecido, odio frente a la alienación. Un discurso que podría ser el de cualquier banda de punk de cualquier época, pero que en Rata Negra se tiñe de un oscuro amargo, pero sin abandonar la inmediatez que les caracteriza
“Es Unica”, “Asesino”, “Vergüenza”…. como un golpe certero tras otro, las canciones van construyendo un relato nihilista de sensaciones primarias. Mención especial para “Nada va a Permanecer Dorado”, quizás la más compleja y certera del lote y sin duda la que mejor representa el equilibrio entre intensidad melódica y ruidismo del que hacen gala. Las guitarras suenan más altas y contundentes que en ocasiones anteriores. Pedales y distorsiones prevalecen ahora sobre bajo, batería (e incluso voz, en ocasiones poco nítida), otorgando al resultado final una cualidad cavernosa. Definitivamente más cerca de Killing Joke que de Doctor Explosión, en ocasiones la superposición de capas de guitarra es tal que recuerdan incluso al post-hardcore de Hüsker Dü.
En definitiva un trabajo directo y contundente para los amantes del after-rock añejo facturado con impronta cañí.
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