Randy Newman es tan bueno que hasta cuando hace un disco menor, como este, es mejor que la mayoría. Solo él es capaz de conjugar estilos, aparentemente opuestos, pareciendo en todo momento coherente. Y esta materia oscura es buena muestra de lo que digo. Nueve canciones espléndidas, de las que servidor solo prescindiría de ese “Putin”, dedicado a quien ustedes imaginan y que poco tiene de especial. El resto, canela en rama.
En “Brothers” nos sitúa en 1961, para presenciar una conversación entre los hermanos Kennedy, Robert y John Fitzgerald, y que este último acabe proclamando a Celia Cruz la “mejor cantante del mundo”. En “On the beach” nos presenta a Willie, un tipo corriente que inició sus desventuras cuando dejó la playa, algo que nunca debió hacer. En “Sonny Boy” se mete de manera magistral en el pellejo de Sonny Boy Williamson, una de las leyendas del blues. En “The grevat debate” entra de lleno en el eterno conflicto entre ciencia y religión. Y en “Wandering boy” nos abre una ventana secreta hacia una típica fiesta de barrio. Temas aparentemente poco relacionados pero que él hilvana a la perfección. Todo de manera natural. Jugueteando con el coffee jazz, el blues rock y el teatro musical. Sin ampulosidades. Eficiente y efectivo. Como siempre, vaya.
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