Zeit
DiscosRammstein

Zeit

8 / 10
Rubén G. Herrera — 03-05-2022
Empresa — Universal Music
Género — Metal

Con el eterno dilema en el aire sobre la persistencia o no de Rammstein, especialmente, tras haber tardado diez años en lanzar su álbum homónimo de 2019, la pronta vuelta de los alemanes con este “Zeit” es un regalo para una escena metal, que no pasa por su momento más glorioso. Y cuando Rammstein lanzan disco, alguna polémica o viral le acompaña. La última de una larga lista fue la del videoclip de “Deutschland”. Ahora la banda se ha marcado un April Fool’s Day anunciando que habían inaugurado una clínica de cirugía cosmética en Berlín. Colaron también una tirada limitada de revistas sobre este asunto, llamada Zick Zack Magazine, que duró exactamente tres segundos disponible. Todo esto para el video-single que rápidamente ascendió a uno de los vídeos más vistos de abril en Youtube (comentarios por supuesto, desactivados).

“Zick Zack” ha sido estos días lo más comentado del álbum, pues muestra como ninguna otra el doble juego con las temáticas sexuales, marca de la casa, esta vez a causa de la hipersexualización del cuerpo a través de la cirugía estética: la agonía del Eros en esta letra satiriza sobre “quitarse costillas”, ponerse “botox en el cerebro” o de “penes que vuelven a ver la luz” gracias a la reducción de grasa abdominal. Supone el punto sarcástico del álbum.

Pero no vayamos tan rápido. “Zeit” ha resultado ser, en conjunto, un disco reflexivo e introspectivo. Que Rammstein sea una gran empresa de la estética extrema nunca fue un limitador para hacer una música brutalmente adictiva y con un mensaje siempre polémico, crítico y actual. Y aquí nos presentan otro buen puñado de gusanos para nuestros oídos que, al margen del tono jocoso abundante, encajan un profundo mensaje sobre el devenir del tiempo, y sobre la época que vivimos. Es el trabajo más sesudo de la banda.

Con esa foto promocional tomada por Bryan Adams en un monumento alemán llamado Trudelturm, construido en los años treinta para la industria aeronáutica, el sexteto volvía a las cabeceras musicales de todo el mundo. Y aunque parezca que están saliendo de una rave en la casa de Calamardo, o que exista alguna subliminalidad sexual (nunca sabes dónde acaba el pensamiento perverso de Rammstein y dónde empieza el tuyo propio), ya se deja ver un profundo simbolismo al que precede un largo río de conceptos en estudios académicos y tesis doctorales, bien sean sobre estética, sexualidad, sobre música o sobre marketing.

De esto último, también son expertos en iniciativas rompedoras. En noviembre, la Estación Espacial Internacional (ISS) se ganó otro plus de molonidad, como ya hicieron con Coldplay, estrenando en esta ocasión a los germanos. Aunque de manera más disfrutable por la audiencia fue la presentación en cines de medio mundo en formato Dolby Atmos de los temas de este octavo disco. Y solo por un día (el pasado 28 de abril). Poca broma ahora, ¿eh? Aunque sea cosa de los tiempos que vivimos, donde es habitual combinar la solemnidad con la visión paródica y sarcástica del mundo, cuando se trata del gigante alemán, parece que ellos hayan inventado este doble lenguaje.

El disco arranca poderoso con “Armee Der Tristen” (“El ejército de los desesperados”), pero en “Zeit”, la pieza que le sigue y que da título al disco, el mood de Lindemann es emotivo y solemne. Quizá se le ha quedado tras la reciente colaboración en el video “Le Jardin des Larmes”, grabado en Uzbekistán, con la cantautora francesa Zaz. O quizá estamos ante ese cliché de la inspiración que tuvimos durante el confinamiento, pero esta vez de verdad, porque “Zeit” tiene indiscutiblemente un nivel de calidad creativa muy elevado. Y no exento de turbulencias. Démosle contexto.

Poco antes de la publicación de este single de adelanto de “Zeit”, Till Lindemann anunció la cancelación de los conciertos programados para 2022 en Rusia de la gira "Ich hasse Kinder" (“Odio a los niños”). Un poco de paidofobia no viene mal. En fin, que la banda condenó en su sitio web Rammstein World el ataque a Ucrania. Antes que eso se supo también que Till Lindemann estuvo participando con los voluntarios que están ayudando a los refugiados ucranianos que han estado llegando en tren hasta Berlín desde el comienzo de la invasión rusa. Y no, no es el señor Burns con una gorra, Lindemann hace cosas decentes con más frecuencia de lo que se comenta. Todo esto parece una reacción lógica tras los episodios anteriores del polifacético cantante con Rusia, pues en 2021 grabó la canción para el heroísmo soviético de abuelete-machoalfa "Lubimiy Gorod" (“Ciudad Favorita”) para la película “Devyatayev”. Meses después fue invitado a un festival militar en la Plaza Roja de Moscú. Todo el mundo allí palote mientras Till interpretó la canción en vivo. Todo esto tuvo lugar solo una semana después de que Lindemann fuera interrogado por la policía rusa. Con razón están ya un poco hartos de ir a Rusia y no liarla. Como cuando en 2019 los guitarristas Richard Kruspe y Pauls Landers se besaron sobre un escenario ruso, como reivindicación por la persecucción de la homosexualidad y de la comunidad LGTBQ+. Lejos queda ya cuando en "Reise, Reise" (2004) compararon a la ciudad de Moscú con una prostituta. Pero en los últimos tiempos Till se ha debido encontrar en una encrucijada con toda esta ensaladilla rusa. Así que, es de casualidad poética que en enero Rammstein anunciara que habrá una versión del "Entre Dos Tierras" de nuestros Héroes del Silencio. Igual resulta que todas estas piezas hasta encajan, que hay un sentido unitario más allá de la lógica empresarial.

Aunque todo esto no viniera a cuento en la reseña de este “Zeit”, es un contexto muy interesante. Y ciertamente, estamos ante un disco más bien alejado de lo político, aunque apocalíptico en sus letras, con una marcada omnipresencia de la muerte.

La segunda parte del álbum es sin duda la mejor, con momentazos como: la coral que inicia “OK” (“Ohne Kondom”: “Sin condón”); el solemne tono de “Meine Tränen” (“Mis lágrimas”), sobre una relación opresiva entre madre e hijo, o “Dicke Titten” (“Tetas Grandes”) con una intro de folk bávaro que originariamente se titula "I denn zum Städtele hinaus” ("Tengo que salir a la ciudad") y es una canción tradicional de marcha de guerra. Estos guiños no ensombrecen la calidad compositiva de los temas, pero sí les dan una gran profundidad y contraste.

“Angst” puede ser el corte más bestial y con el mejor videoclip de la banda hasta la fecha. Es también aspirante a una de las mejores canciones de la discografía de Rammstein. Richard Z. Kruspe se ha vuelto a coronar. El pulso se siente increíble, Oliver Riedel está crudísimo al bajo, la canción es un viaje rítmico que se vuelve frenético en su explosión al estribillo con ese “Schreien Feuer In Die Gassen” (“Gritan ‘¡Fuego!’ en los callejones”). Si la iconografía parece un poco manida (el autocontrol y la opresión a través de las pantallas y todo ese stuff tan de los 2000), la puesta en escena del vídeo hace suyos estos símbolos.

Pero el minutaje del disco no se descompensa ni un solo segundo, y si hay un momento realmente pegadizo para mí sin duda “Giftig” (“Tóxico”) con ese “Du bist giftig, Ach so giftig” (“Eres tóxico, oh, tan tóxico”) en la que además mejor encaja el rollo metal industrial tan pegadizo y los arreglos de sintetizadores de un siempre en segundo plano Christian 'Flake' Lorenz.

En parte, “Adieu” se siente como una despedida. Y de hecho, hay quien ve este disco como un gran regalo de despedida para los fans y todos aquellos que alguna vez se hayan rendido ante el “Rammstein Über Alles”. Pero “Zeit” es una joya a la que debería acercarse cualquier audiencia, no necesariamente melenuda. Quién sabe, quizá entienden la despedida no como un momento sino un proceso, que sin duda ya está en marcha aún sin que se hayan comprometido. Pero amigos, la jubilación es hoy un privilegio. Y porque a veces un adiós llega sin previo aviso. Con esos dobles sentidos, nos sueltan "ein letztes lied" (una última canción) o "kein Wunder wird geschehen" (no sucederá ningún milagro). De cualquier manera, esta poderosa canción golpea fuerte con su música y con su mensaje sobre la muerte.

Si el contraste de lo solemne y lo brutal es, como parece, una de las dominantes estéticas de nuestro tiempo, entonces Rammstein tendrá de seguro un lugar privilegiado en el canon de nuestra época. Si esto se podía decir tranquilamente en 2001, en 2022 es ya una evidencia que ofende.

En las caras B, la banda extiende el formato hacia los arreglos atmosféricos gracias al multiinstrumentista islandés Ólafur Arnalds, así como una remezcla del productor de música electrónica Robot Koch.

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