La guipuzcoana Raquel Arenaza se rodea de antiguas compañeras de su banda Koban y de uno de los mejores productores del norte (Eñaut Gaztañaga) para entregar un primer disco en solitario lleno de sintetizadores, cajas de ritmos y un gran trabajo en la parte vocal.
El disco abre con lo que a primera escucha parece una nana (Badakit...), pero que enseguida toma un cariz contemporáneo gracias a la entrada de un hi-hat con influencias traperas. Partiendo de la intimidad de poemas tanto en euskera como en castellano, el álbum crece gracias a una producción muy contemporánea.
Aun así, las canciones no se alejan de las estructuras clásicas, lo que le da un aire atemporal al álbum. Las canciones tienen una base clara en la guitarra, pero están muy bien orquestadas. El trabajo de sampleo en “Dena zalantzan jartzeko iritsi ginen” es excepcional y las bases rítmicas siguen sorprendiendo por su originalidad “Ez zegoen beste aukerarik”, acompañadas de un sintetizador haciendo las veces de bajo que junto a los textos consigue evocar sensaciones encontradas.
Los textos de Raquel son excelentes, pero es que la producción no solo complementa, sino que añade texturas, intriga y narratividad, como en el ruidismo y los arpegiadores de “Abereek esan ziguten”. Incluso hay tiempo para el baile festivalero en “En el amor no hay cicatrices, ni cortes de manga, ni siquiera besos”. Un trabajo redondo y lleno de detalles, para disfrute tanto de aficionados a las letras como a la producción.
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