“A Tierra” no es solo el nuevo disco de Yeray “Radithor”. Tampoco es, simplemente, la nueva referencia del siempre interesante sello bilbaíno Eclectic Reactions. A tierra es un viaje sin comienzo ni final. Es una travesía a lomos del ouroboros, la serpiente mitológica que se devora a si misma y simboliza el eterno retorno. Es un ritual alquímico para salir de uno mismo, ser parte de algo más grande y regresar al “yo”. El disco se ha editado en una cinta con una presentación impecable: dentro de un sobre y acompañada de una bolsa con tierra y semillas para que nosotros también hagamos nuestro propio viaje.
El disco se inicia con una marcha fúnebre titulada “Ya se atisba el fin-icio”. Las disonancias sonoras van dejando paso a sonidos lúgubres. La bruma se disipa a medida que el tema arranca. Es un himno a la muerte, pero nos hace pensar en lo contrario, como si con el avance del tiempo el tema resurgiera y se hiciera cada vez más grande. La percusión nos hace levantarnos, volver a caminar. Es un inicio y un final. Es una invitación a abandonar el ego y abrazar la inmensidad cósmica.
“Estaba solo dentro” es una pulsión de vida. La percusión una vez más nos marca el camino. Esta vez Yeray nos lleva a un ritual ancestral. Las texturas y ambientes suben, nos envuelven. Una voz gutural nos indica el camino. Es un proceso alquímico en el que conseguimos transformar la materia. Las voces retumban en nuestra cabeza: todo está en nosotros.
“Raices para” tiene un comienzo más industrial. Porque en los estratos de nuestra tierra, y en los nuestros propios, el acero se amontona. No podemos entender nuestro entorno ni a nosotros mismos sin el peso de la industria. El hierro fue otro de los dioses que adoraron nuestros ancestros hace no tanto tiempo. En nuestro pasado industrial también encontramos trazos de lo tribal, de rituales comunitarios. Las viejas fábricas hoy abandonadas fueron testigo de hechizos y exorcismos.
Una vez recorrido la mitad del camino nos encontramos con “Arena en vena”, el cuarto tema del disco. Es una sucesión de subidas y bajadas, porque nuestra tierra no es solo verde y viva, también puede ser un erial, un desierto cuya arena nos corroe y nos obstaculiza el paso. Nuestra ciudad está al borde de la muerte y encontrar pequeñas zonas libres también supone atravesar páramos desolados.
En “Yugo enterrado” encontramos el corte más euskaldun, que inevitablemente nos recuerda a Akauzazte. El uso de la alboka y la percusión que a ratos suena metálica nos pone a dialogar con el fuego secreto que ha sido transportado durante milenios por esta tierra. El irrintzi sampleado del final del tema es un grito de guerra que nos prepara para la batalla final.
El disco finaliza con un sentimiento de paz. “Yermos somos” es el corte más diferente. Nos pone ante nosotros mismos. Ese era el objetivo del camino, salir para regresar. Romper las ataduras para volver a ser nosotros. Prepararnos para el próximo viaje.
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